28~


Capítulo 28:
{Narra Jane}
-¡¿Pero tu eres tonto o qué?! -grité.
Un chico alto de pelo negro y corto y ojos grandes y marrones bajó del todoterreno y se plantó delante mía, mirando descaradamente como me levantaba.
-¡Podías mirar un poco por donde ibas, no? -dijo, cruzando los brazos.
-¿Perdona? ¡Eres tu el bestia que andabas con el coche! Tienes suerte que no me he hecho daño o se te cae el pelo -me sacudí el pantalón y me di la vuelta, dispuesta a entrar a las instalaciones.
-¡Eh! ¿A dónde vas? -preguntó brusco y caminando a mi lado.
Resoplé.
-Como si te interesara. Será mejor que me dejes en paz si no quieres que te denuncie -repliqué, sin siquiera mirarlo a la cara.
-¿Denunciarme por qué?
-¿Que por qué? ¡Me acabas de atropellar, imbécil! -cerré la verja verde detrás mía y justo delante suya.
El, volvió a abrir la valla y enseguida se puso a mi lado de nuevo.
-Sin insultar, eh.
Volví a resoplar. Continué andando, ignorándolo por completo. Divisé una pequeña caseta de madera en la que ponía en letra mayúscula “INFORMACIÓN”. Me dirigí hacia ella, aún con él a mi lado.
-¿Se puede saber por qué me sigues? -pregunté seca y sin apartar la mirada de mi camino.
-No, ¿a dónde vas tú? -sentía sus ojos clavados en mí.
-¿Por qué tendría que responderte? Quiero saber por qué me sigues -me detuve y me miré con el ceño fruncido, a unos pasos de la caseta. Me crucé de brazos.
-¿Y qué te hace pensar que te estoy siguiendo? ¿Tan importante te sientes, eh, enana?
-No vuelvas a llamarme enana -apreté los dientes.
-¿Y por qué no, eh, e-na-na? -puso voz sensual y se acercó a mi, acariciándome el brazo.
Di un manotazo a su mano y le pegué en la mejilla.
-¡Ni se te ocurra acercarte a mí! ¿Me has entendido? -di dos pasos y la puerta de la casa se abrió de golpe.
Me detuve en seco. Un joven de 30-35 años salió de ella con una camiseta azul claro y unos pantalones por debajo de las rodillas negro con deportivas desgastadas, con el pelo negro cubierto con una gorra negra también. Colocó los puños cerrados sobre sus caderas.
-¿Blake? ¿Qué demonios haces aquí tan tarde? ¡Te estoy esperando aquí una hora! -dijo sin moverse de su sitio y dirigiéndose al chico que estaba en mi espalda. -¡No quiero escusas! Arrea de aquí antes de que me arrepienta, ¡y ten muy claro que es la última vez que te salvo el culo! La próxima vez te pillará el mayor y tendrás problemas.
El chico asintió y salió corriendo, rodeando la caseta por detrás hasta que lo perdí de vista.
El hombre se acercó a mi hasta ponerse en frente mía.
-Siento todo esto -dos besos-, es la segunda vez que viene tarde esta semana y hay que ponerle en su sitio. Eres.. Jane Carter, ¿verdad? -asentí-. Perfecto. Yo soy Brad, soy el co-encargado del cámping. Acompáñame. Primero iré presentandote al personal, ¿te parece? Por suerte no es muy grande y no estamos muchos -comentó mientras comenzábamos a andar en dirección opuesta a la cabaña-. Normalmente iba a recibirte mi padre, que es el encargado, pero no ha podido venir.
Mientras él hablaba, intentaba centrarme en sus palabras y a la vez contemplar un poco el paisaje, que nos rodeaba a ambos. El recinto estaba rodeado por altos pinos, por lo que el suelo estaba cubierto por esas peculiares hojas en forma de aguja, solo que de un marrón claro. No era muy grande el sitio, pero sí lo suficientemente grande para no ver la otra barrera de árboles al otro lado. Nos acercamos a una casa similar a la anterior, solo que más grande. Estaba al lado de un campo de fútbol de hierba y otro de voley de arena. La puerta estaba abierta de par en par.
-Te voy a enseñar a la encargada de... -dijo antes de entrar en ella.
-¡Joder! -gritaba una voz dentro de la casa.
Los dos entramos apresurados. Una chica de estatura media con piel color café y su largo pelo castaño oscuro-rojizo trenzado estaba sentada entre decenas de balones de todos tipos y tamaños que adornaban el suelo.
-Pero, ¿qué haces? -escandalizó Brad.
-Pues eso, que me aburría y se me ocurrió jugar un rato, ¿no lo ves? -puso los brazos en jarras-. Ayudame, anda -alargó el brazo.
Brad se acercó, agarró su mano con fuerza y la ayudó a ponerse en pie.
-Ahora en serio, ¿qué ha pasado?
-Pues que estaba poniendo los balones, por quinta vez, en esta preciosa estantería y, cuando por fin iba a terminar poniendo el último, ¡pum! Como las pelotas son redondas -hizo un circulo en el aire con el dedo-, sí, Brad, redondas, pues vuelcan y ¡pum, pum, pum! Todas al suelo, ¡otra vez! Me harté y me senté en el suelo. Así que, a ver si llamas ya a esos pavos de las cestas bien claro que ¡las pelotas no se ponen en una estantería!
-Lo sé y tienes razón, dijeron que las cajas ya estarían de camino.
-Más te vale, por que la próxima vez vas a poner tú los balones -dio unos cuantos pasos, esquivando los balones y se acercó a mi-. No sabes lo feliz que me hace que estés aquí -besó mis mejillas-. Siempre he sido la más joven del camping y nunca ha habido gente de mi edad. Por cierto, soy Valerie, pero tu llámame Vay.
-Jane -me presenté.
Llevaba unas deportivas grises y unas mallas negras hasta por debajo de las rodillas. Llevaba una sudadera blanca y, en la espalda, ponía en letras negras “ANIMACIÓN” y, aunque le quedaba unas tallas grande, le favorecía mucho.
-Aunque, bueno, el año pasado bino Blake, que tiene 18 como yo, pero me cae mal. Las pocas veces que he hablado con el han sido más bien para hacer el tonto. Es un capullo, así que ten cuidado con el.
-Vay, no lo conoces -comentó Brad.
-Ya, pero tiene mucha pinta de chulo.
-Es su segundo año aquí, no puedes saberlo.
-¿Desde cuando eres mi padre? Ah, es verdad, tu eres el que me paga, así que me tendré que callar. Pero sé que no eres capaz de hacerme callar, eh, Bra-Bra -sonrió pícara.
-Cuidadito, eh.
-Bra-Bra era como le llamaba su madre cuando era pequeño -me dijo-. No me preguntes cómo me enteré por que me hecha, ¿o no? -soltó una risita-. Es que tenemos mucha confianza, trabajo aquí desde los 14 y le tengo mucho cariño.
-Era un bicho.
-Sí, pero hacía mi trabajo mejor que tú, básicamente por que tu solo estabas sentado en una silla y contestando llamadas. ¡Y aún así el cobra más que nosotras dos juntas!
-Se nos pasa el tiempo, tengo que seguir enseñándole el...
-No te preocupes, By, yo se lo enseño, tu vete a tu sillita acolchadita, que tendrás muchas moscas que matar.
-¿Y que pasa con todo esto? -señaló el suelo.
-Tengo toda la tarde -agarró mi brazo-, además, no tengo nada mejor que hacer y para no aburrirme, lo dejo para el final que seguro que tardo un rato. Ciao!
Salimos de la cabaña, aún son su brazo enroscado al mío. Los primeros segundos los caminamos en silencio de vuelta al sitio en donde había conocido a Brad.
-Por suerte no es muy grande esto y todas las parcelas son diferentes, así qe tardarás muy poco en acostumbrarte. Empezaré por enseñarte tu zona, el campo de fútbol y el voley ya has visto, vamos a la piscina, que está al otro lado.
-¿Piscina? Yo solo vengo por la noche..
-Lo sé, pero cada sábado se hacen baños nocturnos. Siempre es divertido. Como algunos sábados duermo aquí, me suelo unir a la fiesta, y como Brad no está, no se entera.
-Brr, que frío, ¿no?
-No te preocupes, que a partir del jueves las temperaturas empiezan a subir. Pero si tu no quieres meterte al agua no hay problema, lo importante es vigilar a los niños.
Dejé escapar una sonrisa, aunque solo fuera por un segundo. La verdad es que no estaba de muy buen humor desde que aquel imbécil no había murmurado un “perdón” tras atropellarme.
Seguimos caminando por las parcelas vacías, de hierba. Vay seguía hablando sobre las cosas del lugar. Como había imaginado, aún no había abierto sus puertas, por eso el silencio y los pocos coches en el aparcamiento. La estructura del camping era muy simple; había un gran pasillo central a unos pocos metros detrás de la cabaña de información. Era un camino bastante ancho de pequeñas piedras blancas y grises. Los lados estaban vallados con vallas de madera y, de vez en cuando, habían una apertura ancha paralela al lado opuesto. Cada entrada daba lugar a un amplio jardín con árboles en línea y también rodeados con una valla de madera. Al final de cada parcela, había una casa de piedra con duchas y aseos, con una salida que daba al campo de fútbol y al voley.
-En fin, no hace falta que te los enseñe, por que son todos iguales. Al final está el bar, la panadería y la tienda.
Asentí.
Al lado derecho de las parcelas había una gran piscina de forma rectangular doblada con un cuadrado en alto con otra piscina para los niños pequeños.
-A que mola, ¿eh?
-Está bonito -me morí el labio.
-Vamos, te lo enseño de cerca.
Bajamos las escaleras y entramos en la zona. En vez de la hierba que se había usado en las demás instalaciones, habían baldosas blancas y las hamacas azules estaban apiladas y guardadas en un rincón.
Conforme íbamos acercando al agua, podía visualizar cada vez mejor la figura que estaba sentada en una silla ojeando una revista.
Vay resopló al reconocerlo.
-¡Ché! -gritó en su dirección- ¿No deberías de estar limpiando la piscina?
-¿Y tú no tedrías que estar ya en Francia? -respondió el, levantándose de la silla y acercándose.
Cómo no...” -pensé y rodeé los ojos al reconocerlo también. Me crucé de brazos.
-¿Qué te importa a ti cuando vaya o no?
-No demasiado, pero si quiero saber cuándo te vas para ir a despedirte.
Resopló de nuevo.
-Venga, ponte a limpiar si no quieres que llame a Brad.
-Uh, ¿eso es una amenaza? -replicó, poniendo de nuevo esa voz sensual.
Ella, burlona, acercó su cara a la suya.
-Si -dijo, se apartó y dio unos pasos hacia delante.
El chico se quedó en blanco, desplazó su mirada a mi y sonrió.
-Creo que no nos han presentado, enana.
-Ni falta que me hace -dije y caminé hacia Vay. Enseguida nos pusimos a caminar.
-¡Soy Blake!
-¡Pues muy bien!
-A ese tío, ni caso. No lo conozco como ya sabes, pero ambos nos caemos muy mal.
-Ya veo... Oye... ¿qué es eso de que te vas? -pregunté con miedo.
-Ah, bueno, en dos semanas mi tía se casa y como es muy caprichosa, pues quería casarse en Francia. Pero no te preocupes que vendrá una chica de tu edad para sustituirme.
-Vale.
-¿Ves esos bugalows de ahí? Pues ahí es donde duermo yo también puedes dormir cuando quieras, por que los sábados se duelen hacer muy tarde por la noche. En fin. Al lado de ellos están los barracones para los niños que vienen del campamento. Y ya está, esto es el camping.
-¿Cuando abre?
-Mañana. El miércoles es un día raro, pero ya vienen algunas familias y un campamento a aprender inglés de niños de 12 años. Vienen desde Alemania.
-Joder -murmuré-. Yo no sé alemán...
-No hace falta, se supone que tiene que aprender inglés, ¿no?

~

La piedra cayó al río con un sonido sordo.
Lena suspiró.
-Bueno, ¿y qué al vuestro día? -dijo con coz apagada.
-Bien, me ha llamado Zayn -espetó Jess.
-¿Zayn? Uuuh, ¿y eso? -Ellen sonrió pícara-. ¿Y qué te ha dicho?
-Nada interesante -se encogió de hombros-, o por lo menos para vosotras.
-Con que secretitos, eh. Ya no sé qué pensar de ti, Jess.. -sonrió.
-¿Ya saben con quién les ha tocado? -pregunté.
-Claro, llegaron ayer. Dicen que hace mucho calor.
-¿Quien es su mentor? -preguntó Ellen.
-No os lo puedo decir.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Porque me ha dicho que no os lo cuente.
Ellen frunció el ceño y me miró.
-¿Y a ti no te ha llamado Harry?
-Me llamó ayer a la noche, pero me dejé el móvil en casa.
-¡Pues vaya! -gritó-. Tendremos que esperar hasta octubre para saberlo -resopló.
Jess sonrió satisfecha.
Lena no había dicho palabra desde que nos contó lo de Byron. Podía entenderla, pero nunca la había visto tan afectada y callada.
-¿Y a ti no te ha llamado Liam? -volvió a preguntar Ellen, dirigiéndose a Lena.
-¡Aish, calla ya pesada! -explotó-. No vas a enterarte, ¿vale? -suspiró.
-Vale, vale. Relájate... ¿pero te ha llamado o no?
-No -bajó la cabeza.
-Aww -Ellen se levantó del banco y se puso a su lado -. No pasa nada cariño, te recuerdo que fuiste tu la que no querías nada.
-Lo sé.
-Además, a mi tampoco me ha llamado ninguno de los cinco. Y mira que me llevaba bien con todos...
-Pero tu no tenías nada con uno de ellos.. -murmuró Lena.
-Ya, pero Jess tampoco -miró a Jess- ¿O sí?
Se sonrojó y sacudió la cabeza negativamente.
El móvil vibró dentro de mi bolsillo sin producir sonido alguno ya que lo había puesto en silencio durante la comida con Vay. Lo saqué del bolsillo trasero y miré la pantalla. Desconocido. Pulsé la tecla verde.
-¿Si?
-¿Jane?
-¿Harry? ¿Por qué susurras? -solté una risita.
-Es que estoy escondido.
-¿Y eso?
-Le he quitado el teléfono a Louis para poder llamarte.
Otra risa.
-¿Por qué?
-Es que esta mañana me ha sonado el móvil muy temprano y lo ha despertado, y me lo ha quitado y escondido. Y no he podido volver a llamarte.
-Aish, es verdad, me dejé el teléfono en casa por que Ellen, me obligó a salir por la noche y con las prisas se me olvidó.
Esta vez, rió él.
-No te preocupes. ¿Te ha contado Jess quién es nuestro mentor?
-Nop. No nos lo ha querido contar.
-Ah, vale. Bien. Bueno, te lo iba a contar de todas formas.
-Aws. Ellen está negra porque no lo sabe. Como es una cotilla...
Rió de nuevo.
-Ya me lo esperaba cuando entramos en la casa. Es Simon.
-¿En serio? ¡Que suerte!
-Si, todos estamos muy contentos. Pero.. sht!
-Tranquilo, si esto me divierte y todo.
-Aish, casi se me olvida. Ayer te llamé para decirte que Yina me llamó ayer para decirme que ya ha decidido irse a Canadá.
-Ah, ¿y qué tal está?
-Bien, bien. Creo que ha hecho una buena elección. Pero la echaré de menos.
-Y yo. Ahora que empezaba a llevarme bien con ella. ¿Ya lo tiene todo comprado y todo?
-Sí, si. El avión salía esta mañana así que supongo que estará de camino.
-Vaya, quería despedirme, ¿qué hora es en Canadá ahora?
-Ni idea. ¡Mierda! Tengo que colgar, alguien ha entrado en la habitación.
-¡Vale! ¡Espero verte pronto! ¡Y suerte!
-¡Besos!

27~



Capítulo 27:
{Narra Jane}
-Jane. Jane, despierta. Vas a llegar tarde a tu primer día de trabajo -dijo mi madre, agitándome fuértemente el hombro.
Provoqué algo parecido a un gemido y le di un manotazo al brazo de mi madre.
-Venga, Jane. Te dije que no fueras con Ellen ayer por la noche. Pero claro, no quisiste hacerme caso.
-Mm..
-¡Espabila, que ya son las 10! -dijo ya saliendo de la habitación y dando golpes en la puerta.
Di un brinco en la cama.
-¡Las 10! ¡Mierda! -salté de la cama y me fui directa al baño, después de agarrar las primeras prendas que encontré -unos pantalones vaqueros pitillo, una camiseta verde de manga larga y ropa interior-, sin detenerme en si conjuntaba o no. Entré en el cuarto de baño, me desnudé y me metí en la ducha.
Mi madre tenía razón respecto a lo de anoche. No tenía planeado salir, pero Ellen y Lena se plantaron delante de mi puerta y no tuve otro remedio que ir con ellas. Y mi madre no hacía mas que repetirme lo mal que lo iba a pasar la mañana siguiente.  Sabía que tenía razón, pero intenté no llegar demasiado tarde.
Anoche no hicimos demasiado, más de unos cuantos chicos de nos acercaron para pedir un baile, pero nosotras siempre negábamos y seguíamos bailando en nuestro pequeño grupo, por muy guapos que fueran. Ellen se contenía mucho con algunos, le brillaban los ojos, pero sabía muy bien que podía acabar mal, por lo que se limitaba a decir: “Vete a ligar a otro lado, nosotras estamos ocupadas. Lárgate antes de que te vea mi novio”, aunque veía que le miraba seductiva. Ninguna de las tres bebimos una sola gota de alcohol, lo que me sorprendió mucho de Ellen, pero me alegraba mucho por ella también.
Salí rápida de la ducha, me sequé y me puse la ropa lo más rápido que pude. Miré el reloj del móvil, las 10:13 Tenía 40 minutos para llegar. Habían pasado tres días desde el sábado pasado y ayer mismo me llamó el encargado del camping para que me presentara esta mañana y me enseñara las instalaciones y esas cosas para el trabajo.
Entré en la habitación, me puse las converse negras y cogí una chaqueta por si hacía frío. Bajé las escaleras de dos en dos y entré en la cocina.
-Buenos días, pequeña -saludó Josh.
Josh había aprovechado su viaje para quedarse unos días y poder viajar por Inglaterra y visitar la ciudad, a diferencia de mi padre, que tuvo que marcharse la mañana siguiente muy temprano a la mañana.
-Buenos días -dije alegre.
Agarré una manzana y la puse debajo del chorro de agua que manaba del grifo.
-Jane, ayer te dejaste el móvil en casa -dijo mi madre.
-Mierda. ¿Me llamaron o algo?
-Pues si.. -respondió Josh
Me giré bruscamente y le miré. Saqué el móvil.
-¿Quien?
-No lo sé, lo tenías en la habitación y llegué tarde...
Suspiré y volví a guardar el móvil. Como muy bien temía, era Harry quien había llamado.
-Lo llamaré a la tarde, cuando tenga tiempo.
Me llené un vaso de agua y di otro mordisco a la manzana. El timbre de la puerta sonó con la misma melodía pegadiza que me ponía de los nervios. Con los pies arrastras, me acerqué a la puerta y la abrí aún con la manzana entre las manos.
-¡Jany!
-¿Ellen? ¿Qué haces aquí tan..?
Me abrazó con una gran sonrisa, interrumpiéndome.
-Siento lo de anoche, de verdad. No tenía ni idea que hoy era el primer día.
-No pasa nada, no tenías que saberlo, nunca te lo he..
-Por eso he venido a acompañarte. Quiero decir, acompañarte hasta ahí, no entro ni nada. Como hace mal día y tal, me daba pena que fueras tu sola.
-Awww, pero no hace falta, de verdad, yo..
-¡Tonterías!
-Bueno, em.. pasa, que llegas algo pronto.
-Ah, vale.
Se quitó la chaqueta de cuero marrón y la colgó en el perchero.
-¿Eres la única que está despierta?
Me sorprendía lo mucho que Ellen se preocupaba por mí, nunca le había comentado cuando empezaba. Además, ayer llegamos muy entrada la noche y, aunque no bebimos, las tres llegamos muy cansadas. Pero estaba muy contenta de volver a confiar en ella; la quería demasiado.
-No, mi madre y mi hermano están en la cocina -dije, en marcha a ella.
-¿Tienes un ..? -interrumpió a si misma tras cruzar el umbral de la puerta.
Sus ojos marrones se clavaron en los azules de mi hermano y ninguno de los dos los apartó después de unos largos segundos. Mi madre y yo intercambiamos miradas, las suyas igual de plagadas de interrogantes que las mías.
-Jane -dijo mi amiga, sin apartar la mirada-, ¿no nos vas a presentar?
-Claro. Ellen, este es Josh, mi hermano mayor. Tato, esta es Ellen, mi mejor amiga.
-Hola.
-Hola.
Se acercaron y ambos besaron sus mejillas. Tiré el resto de la manzana y me coloqué  al lado de mi madre, que estaba apoyada en el radiador, y contemplamos como conversaban.
-Vaya, sabía que era un ligón, pero tanto...
-Tienen que ser esos ojos azules, iguales a los de tu padre. Por eso me enamoré de él. Te hibnotizaban hasta idiotizarte por completo. ¿Sabías que yo no quería tener hijos? Sus ojos hicieron que cambiara de idea. Y mírame ahora...
-Sí, será eso -miré mi reloj de pulsera-. Ellen, vámonos, que voy a llegar tarde.
-Vale, adiós -dijo ella, guiñándole un ojo.
El se quedó quieto, sin saber muy bien qué hacer.
-A..adiós.
Ambas nos pusimos la chaqueta y salimos a la calle. Las espesas nubes negras eran de nuevo las protagonistas ese día, que amenazaban de nuevo de fuertes lluvias. Suspiré al darme cuenta que tendría que volver corriendo ya que no disponía de paraguas, si tenía esa mala suerte.
-¡Tía! ¿Desde cuando tienes un hermano? -me preguntó conforme comenzábamos a andar.
-¿No te diste cuenta? Nació el mes pasado, pero como crecía tan rápido, lo mandamos a España para que lo investigaran, ¡no te jode!
-¡No te rías de mí!
-Es que me haces unas preguntas...
-¡Dios, que bueno está!
-Eeeeh....
-¡¿Cómo no me dices que tienes un hermano que estaba tan bueno?! Te odio.
-¡Que tiene 26 años!
-¿Y qué? ¿Nunca has oído que los mayores son super buenos en la cama? ¡Dios, que ojazos! ¿Has visto cómo me miraba? ¡Dios!
-Ellen, créeme. Él no está interesado en ti. Así que no te encapriches con él.
-¡¿Y tú cómo sabes eso?! -chilló
-Por que tiene novia.
-¿Como novia?
-Sí, lista. Que vive en España, que ha venido de visita, no lo tenía escondido debajo de una piedra, ¿sabes? Y aunque no tuviera no se liaría contigo. Y no es por ti.
-¿Y tú cómo sabes que tiene novia?
-Me lo ha dicho. Él también sabe que salgo con Harry.
-¿Cómo puede tener novia?
-Pero, ¿no estaba tan bueno y tenía unos ojazos que..? ¡Dios! -imité malamente su voz.
Ella, en respuesta, me dio un puñetazo en el hombro. Murmuré un “auch” mientras me frotaba suavemente la zona.
-¡Pues vaya! -suspiró- En fin, tampoco quería nada de eso con él, simplemente un poco de... amor. Creo que con nadie he sentido nada de eso o parecido. Igual con Aiden, pero tampoco...
Torcí el labio.
Tenía razón, nunca la había escuchado quejarse de ello o hablar profundamente con la mirada perdida como solía hacer yo con Dan. Solo que ella me respondía rodeando los ojos y diciendo “Sí, ya lo sé. Cambiemos de tema”. Como siempre habíamos estado solo dos, no podía obtener más comentarios sobre el tema. Ellen nunca había sido enamoradiza el tiempo que la conocía. La verdad es que nunca me había contado nada de su pasado, a excepción de lo de su madre. Pero en el pasado que yo conocía no había ningún chico. O al menos importante para la situación actual. No sabía muy bien qué pensar de ese tema, el amor que yo había conocido nunca había salido bien, con el chico de la playa, cuando me fui de vacaciones a Málaga. Ni siquiera recordaba su nombre. Esa fue la primera vez que me prometí a mi misma que nunca más volvería a llorar por un chico.
Solo esperaba que con Harry no pasara nada parecido. Sí, confiaba en él, pero, ¿no había confiado también en Dan? Mira como acabó.
-Creo que el amor solo trae problemas, si te soy sincera -sonreí.
-Depende quién lo provoca. Desde luego, tu mucha suerte no has tenido.
-Y que lo digas.
Desde en donde nos encontrábamos ya se podía ver la valla verde de metal y el aparcamiento de cesped totalmente vacío, a excepción de un coche rojo aparcado al final.
-¿Tú no vas a trabajar? -pregunté.
-Creo que no me hace falta. Ya tengo casa y tal. Aún no tengo claro que estudiar y como repetí un curso no se qué posibilidades tengo. Además, mi padre me ha dejado una buena herencia, ¿sabes?
-Espero que este valga la pena. Era esto o trabajar en un burger.
-Buena elección. De todas formas, el camping tiene buena pinta. Ya verás como te lo pasas genial. ¡Qué envidia me das!
Sonreí.
-Ojalá tengas razón.
Nos detuvimos a unos metros de una valla verde. Me dio un fuerte abrazo y un beso pegajoso en la mejilla.
-Aish, quita lapa -dije quitándome la de encima, entre risas.
-Adiós fea. ¿A la tarde sales? -dijo conforme se marchaba.
-Supongo.
-¡Que venga tu hermano!
-¡Ni de coña! -respondí con otro grito.
Ella hizo un gesto con la mano ya de espaldas. Esperé a que desapareciera por completo. Respiré hondo un par de veces mientras caminaba a la pequeña puerta del mismo metal verde que estaba a unos pocos metros al lado. Atravesé despacio y con calma el aparcamiento, me detuve un segundo al escuchar el zumbido del motor de un coche que se acercaba más rápido de lo permitido. Me encogí de hombros y no le di importancia, seguí caminando en dirección a la entrada. Me relajé al ver que el coche frenaba un poco al entrar, pero no hizo ningún esfuerzo en ello cuando aparcó justo delante de mi, haciendo que el vehículo se chocara conmigo lo suficientemente fuerte para que que mi cuerpo cayera fuertemente contra el suelo.


{Narra Lena}
-¡Lena! ¡Lena, cariño! ¿Puedes bajar un momento? -gritaba mi madre al pie de las escaleras.
Al escuchar un grito fuera de mi habitación entre la alta música, bajé el volumen enseguida y abrí la puerta.
-¡¿Qué?! -grité de vuelta, al no entender lo que mi madre había gritado.
-¡Que bajes! ¡Tenemos que hablar!
-¡Vale! -volví a entrar y apagué el aparato de música.
Bajé las escaleras a saltos y entré en el salón. Las nubes oscuras del exterior impedían que el sol emitiera la luz necesaria, por lo que el salón estaba prácticamente a oscuras, aunque varias lámparas y luces distribuidas en la sala daba un aspecto cómodo y acogedor. Mis padres estaban sentados en uno de los sofás negros de la estancia, mi padre tenía los codos sobre las rodillas y mi madre con las piernas cruzadas y con la espalda apoyada en el respaldo del sillón.
-¿Qué pasa? -pregunté menos divertida al ver la seriedad en sus rostros.
Mi madre sonrió al verme y mi padre se incorporó.
-Siéntate, por favor -indicó el sofá doble de enfrente, del mismo color negro.
-Claro -murmuré, y me senté en el sillón indicado, crucé piernas y brazos y me apoyé en el respaldo.
-Puede que esto no es lo que más te va a agradar, pero tuvimos que hacerlo -comenzó a decir mi padre.
-Nosotros no lo hacemos para molestarte ni nada parecido.
Eso me asustó bastante. Empezaba a ponerme nervioso mientras mis padres hablaban y hablaban; solo que sin decir nada. Al final no lo soporté más:
-¡Queréis decirme ya lo qué queréis decirme! -estallé.
Intercambiaron miradas y suspiraron, con las manos unidas y entrelazadas.
-¿Te acuerdas de Byron, el hijo de unos buenos amigos nuestros?
Resoplé.
Lo recordaba demasiado bien. Byron era el chico más odioso que había conocido. Tenía dos años más que yo, aunque hacía años que no lo veía. La última vez que lo vi tenía 12 años, sus padres eran muy buenos amigos de los míos, aunque nunca quisieron contarme dónde se conocieron. La verdad es que no me importaba. Era realmente un toca-pelotas; cuando vino la última vez a casa no quería darse cuenta de que quería estar sola y que no tenía ningún interés en su estúpida pulsera que brillaba en la oscuridad. No lo sé cómo lo consiguió, pero, entró en mi habitación, apagó la luz y.... bueno, recordaba algo húmedo en el ombligo. No veía nada y simplemente, chillé cuando me agarró el trasero. Ambos nos llevábamos tan mal que cuando venían sus padres, el se quedaba en su casa.
Lo odiaba con todas mis fuerzas.
-Sí, ¿qué pasa con el?
-Pues.. es complicado pero.. dentro de dos días los padres de Byron y nosotros nos vamos a Portugal a pasar unas vacaciones por unas dos semanas y...
-¿Qué? -me levanté furiosa- ¿Me estáis diciendo que voy a pasar dos semanas enteras en Portugal con él? Tss,.. ¡prefiero morirme!
-No, no, hija... nos has entendido mal.. tu vas a quedarte en casa, no te preocupes.
-Ah, vale.. uff -me senté, ya más relajada.
Mi padre estalló una carcajada.
-La propuesta es muy diferente. Bueno, en primer lugar pensamos en ti y en que quizás no te gustaba la idea. Pero como casi no tuvimos opción, nos pareció una buena idea.
-¿El qué?
-Bueno, el tiempo que estamos en Portugal, Byron que queda solo en casa, y tu también, así que, bueno, fue idea de tu madre.. -vaciló.
-¿El qué? ¡Decírmelo ya, coño!
-Byron se quedará aquí mientras nosotros no estemos.

26~


Capítulo 26:
{Narra Jane}
A veces me paro a pensar en qué habría pasado si no habría pillado a Dan con la chica que decía ser Ellen. Probablemente no habría cogido ese autobús y no habría encontrado el teléfono de Harry, por lo que nunca lo habría conocido.
Vaya, hasta podría agradecerle a Ellen lo que hizo; hizo que me diera cuenta de qué clase de persona es Dan, lo que, probablemente nunca me habría dado cuenta con lo ciega que estaba, hizo que ella misma se diera cuenta de cómo estaba siendo ella y decidiera cambiar, hizo que me distanciara de ella por un tiempo y me diera cuenta que no vale la pena perder la amistad por un chico, e hizo que conociera a Harry de algún modo.
Me quité el auricular y la miré desde mi asiento. Estaba sentada en la parte de la ventana, con la cabeza apoyada en el puño cerrado. Miraba nostálgica a los árboles y casas que pasaban con velocidad a su lado. No parecía muy contenta. La verdad es que no la culpaba por ello, a mi también me costaba despedirme de uno de los mejores veranos que había vivido. Aún quedaba un mes entero para volver a empezar, pero, ¿qué iba a hacer? Los chicos se iban el lunes para España unas dos semanas. Tendría que empezar a buscar un trabajo para ahorrar para el comienzo de la universidad dentro de dos años aproximadamente. Tenía un trabajo provisional, para todos los miércoles y sábados de todo el mes de agosto en un camping a unos pocos kilómetros de mi casa. Me encargaba de las actividades de las noches para los niños que iban de campamento. Era un trabajo fácil y divertido, ya que a mí siempre se me habían dado bien los niños. Me daban un horario distinto para cada noche y yo solo tenía que cumplirlo. No era mucho lo que me pagaban -unas 600 libras al final del mes-, pero era algo con lo que podía empezar a ahorrar.
La semana pasada no había pasado gran cosa, Lena y Liam se mostraron muy cariñosos a lo largo de toda la semana, pero había descubierto que Lena no queria algo serio con él, ella sólo quería un lío de verano, ya que, según ella, sería la única vez que lo vería.Liam era diferente, no parecía ser un chico de líos ni nada parecido, se veía que era romántico y apasionado y que ese rollo no lo iba, pero no pareció importarle demasiado. Aún así, se veía que Lena estaba muy pillada por el. El tiempo cambió radicalmente, los calurosos días de sol ardiente se transformaron en nubes negras y lluvias abundantes durante la semana entera. Louis tuvo que volver dos o tres días a su ciudad por asuntos familiares y ya volvió con su propio coche, por lo que pudimos ir una sola vez -al salir del coche a nadie apetecía volver a entrar todos en un solo coche, aunque fuera una camioneta espaciosa- a una heladería muy rica en el pueblo. Y por lo demás no hicimos nada, mas que quedarnos todos los días en casa, jugando a juegos de mesa y viendo películas por las noches. Muy de vez en cuando paraba de llover algunas horas y podíamos salir a tomar un poco el aire.
Los chicos decidieron que ya era hora de empezar a ensayar y estar más o menos preparados. Cada vez que ensayaban, los dejábamos solos para no estorbar, pero según ellos, no les importaba que les acompañáramos, pero a mi no me parecía bien, así que, básicamente les prohibía a las demás que se acercaran , aunque los chicos más de una vez nos habían pedido acompañarles.
Desplacé la mirada hacia la ventanilla, a mi lado. Las amarillas y secas praderas que se repartían en diferentes parcelas y se extendían hasta donde la vista me alcanzaba empezaban a desaparecer y casas similares unas a otras comenzaron a ocupar su lugar.
Suspiré al darme cuenta que en aproximadamente 10 minutos llegaríamos a la estación que me volvería a sumergir en mi vida habitual y me separaría de un mes entero de Harry.
-¿Cuándo volveréis? -pregunté casi en un susurro, rompiendo el silencio que se había formado a lo largo del viaje. Apoyé mi cabeza en su hombro.
-Supongo que a finales de agosto. Creo que la semana antes de que vuelvas a empezar el instituto. Y el programa empieza en octubre.
-Voy a echarte más de menos que nunca -suspiré de nuevo.
-Y yo a ti -susurró.
 Otra vez compartíamos auriculares. La canción que sonaba no ayudaba en absoluto a que las lágrimas que estaban a punto de caer se mantuvieran en su sitio. La canción era When you're gone de Avril Lavingne.
-Vamos a hacer una cosa. Vamos a escoger una canción -propuso.
-¿Una canción?
-Sí, ¿nunca has oído que todas las parejas eligen una canción?
No pude evitar sonrojarme mientras reía.
-Sólo en las películas. Pero me gusta la idea.
-Así tengo una escusa para cuando piense en ti.
Volvía sonrojarme.
-Creo que yo no necesito una escusa para pensar en ti -susurré mirándolo a los ojos.
El me dio un suave y dulce beso en los labios.
-¿Y cómo vamos a hacer para escoger la canción?
-Pues, si ahora agito el iPod, sale una canción aleatoria -dije agarrándolo.
El asintió y lo agité justo antes de entrar al pueblo.
 La canción que sonó fue Summer of 69 de Bryan Adams.

                                      ~

-¡Mamá! ¡Ya estoy en casa! -cerré la puerta detrás mía y dejé las llaves en el cuenco de madera.
Mientras me quitaba el abrigo y lo colgaba en el perchero, los pasos provenientes de la cocina se acercaban cada vez más rápido. Mi madre se asomó con su pelo rubio y ondulado perfectamente peinado, llevaba un delantal sucio. Una gran sonrisa se formó en su rostro, me abrazó con fuerza.
-Ay, mi niña -sostuvo mi cabeza entre sus manos-, pero qué guapa estas, qué mayor y qué... ¡Cuánto te he echado de menos!
-Yo a ti también, mamá -dije, ya cuando me soltó-. Me voy arriba a deshacer las maletas y a tumbarme un rato en la cama. Necesito...
-Espera, espera -me agarró de la muñeca y comenzó a arrastrarme.
-¿Qué pasa? -me fijé bien en su delantal manchado- ¿Nuevos vecinos?
-Oh, no. Mucho mejor, ya verás como se te pasan las ganas de tumbarte.
Una vez dentro de la cocina, me soltó la muñeca. La cocina estaba más limpia que de costumbre, la mesa estaba puesta con un precioso mantel rojo oscuro y platos de porcelana blanca, con finas copas de cristal que adornaban en cada alto de los cinco platos. Emma estaba sentada en una de las sillas, estaba más arreglada que nunca, se había quitado la fea anilla que llevaba habitualmente en la nariz y la había sustituido por un pequeño pendiente. Sonreía, no de forma falsa como lo hacía siempre; mi padre estaba apoyado en el alféizar de la ventana con una taza de té en la mano. Sus ojos brillaban más de lo que recordaba, con el pelo negro oscuro cortado de una forma distinta.
-¡Papá! -estallé, acercándome a él y hundiendome en sus brazos.
-Feliz cumpleaños, cariño -me besó la cabeza.
-¿Pero no volvías dentro de una semana?
-He podido hacer un pequeño hueco en la agenda. No todos los días mi hija pequeña cumple 16 años.
-Y no sólo ha venido tu padre -dijo mi madre desde la puerta.
Dio un paso hacia atrás con una sonrisa de oreja a oreja. Un chico alto de pelo oscuro y negro con los ojos tan azules como los de mi padre. Al principio no lo reconocí, pero luego empezaron a venir los recuerdos; hace casi 6 años, cuando aún vivíamos en España, mi hermano se fue de casa para irse a estudiar a la universidad. Los únicos recuerdos que tenía con él eran muy buenos, siempre jugaba conmigo cuando era pequeña y a el no parecía importarle que tenía 10 años más que yo. Estaba muy unida a él, o eso recordaba, ya que hacía mucho que no lo veía. Un día de colegio, cuando apenas tenía 10 años, llegué corriendo a casa entusiasmada por poder enseñarle el primer A+ que había sacado en un examen. Mi madre estaba apoyada en la ventana mirando hacia la nada. Cuando pregunté por el, ella me respondió: “Cariño, tu hermano no volverá dentro de mucho tiempo”. Lo recordaba como si fuera ayer mismo. Todos los días miraba por la ventana esperanzada con que entrara su coche blanco en el garaje, pero las esperanzas se esfumaron cuando nos mudamos a Inglaterra.
Y ahí estaba. De pie. Mirándome.
-¡Josh! -dije abrazándole.
-¿Josh? ¿Desde cuando me llamas así? -sonrió-. Déjame que te vea.
Me aparté y dejé que me apartara un mechón de delante de mis ojos.
-Vaya, mucho más guapa de lo que recordaba. Felicidades pequeña.
Sonreí.
-¿Has venido desde España solo por mí? -dije. Me di cuenta de que eso sonaba muy egoísta. Sonaba mejor dentro de mi cabeza.
-Se podría decir que sí. Y también para veros a todos. Os echaba demasiado de menos.
-Bueno, ya estamos todos -mi madre se quitó el delantal y juntó las manos-. Hora de los regalos.
Cuando iba a replicar, Emma, por mi sorpresa, se levantó de la silla, se acercó a mi y me dio un fuerte abrazo.
-Felicidades.
Yo le devolví el abrazo.
-Gracias
Al soltarme, me tendió un pequeño sobre de color rojo. Con una sonrisa, lo cogí, le quité despacio el celo y saqué el contenido. Era una pequeña pulsera dorada con un colgante en forma de estrella.
-Es para tu colección de pulseras -dijo, señalando mi brazo izquierdo, que estaba lleno de pulseras de diferentes colores, tamaños, formas y significados para mí.
-Gracias -repetí, dándole un beso en la mejilla y abrazándola de nuevo.
-Eh, has crecido. Antes solo me llegabas a los hombros. Y ahora estamos casi iguales.
-Hmm, pues es verdad.
-Vale, nos toca -mis padres intercambiaron una mirada cómplice y mi padre sacó una caja envuelta en un papel azul turquesa. Me la tendió.
Con mucha curiosidad, desenvolví el paquete sin intentar romper mucho el papel. Justo lo que necesitaba; un móvil nuevo. Samsung Galaxy Ace. El nombre no me importaba lo más mínimo, aunque lo ponía en la caja en grande, con una foto del mismo. Era raro que me regalaran eso, ya que nunca me había quejado del teléfono delante suya, pero realmente estaba agradecida.
-Muchas gracias. Es lo que realmente necesitaba -dije abrazándoles.
-De nada cariño.
-¡Mi turno!
-¿Me has traido un regalo?
-Pues claro, ¿cómo iba a venir con las manos vacías? A Emma y a los Aitas ya les he dado antes.
Me acerqué a él y volví a abrazarle con fuerza.
-¿Sabes cuánto te he echado de menos? -susurré.
-No tanto como yo a ti.
-Debiste de haberme avisado de que te ibas.
-Lo sé. No quería hacerte daño.
-Tenía miedo por las noches al saber que no estabas en la habitación al lado.
-Lo sé -me agarró por los hombros y sacó un paquetito plateado del bolsillo. Me lo tendió aún con la mano sobre mi hombro-. Por eso he cogido esto para ti.
El contenido sólo ayudaba a que las lágrimas amenazaran más a que cayeran. Era un collar de plata, con un colgante en el que ponía “Tato” en letra cursiva.
“Tato” era como le llamaba yo de pequeña ya que no podía pronunciar bien su nombre. Y el a mí me llamaba “Tata” por que me encantaba cómo sonaba. Pero una vez que se marcó, Emma dejó de llamarme así por que me recordaba demasiado a él. Y a ella también.
-Awww.
-Así, siempre estaré contigo. Ademas... -se metió la mano por debajo de la camiseta y sacó una cadena dorada colgada de su cuello.
Los dos nos sonreímos.
 Ponía “Tata”.