45~


Capítulo 45:
{Narra Lena}
La bombilla bailaba desnuda bajando feamente por el techo, con la luz amarilla y poco agradable emanando con fuerza de ella. Mis ojos no se fijaban en ella, si no en la pantalla plana del televisor, aunque con poca atención.
Aunque, de repente, un chasquido desgarrador tan alto como el estruendo de un trueno rebotó en las paredes y miles de cristalitos caían provenientes del techo, cayéndome directamente encima, y sin darme cuenta me cubrí la cabeza con los brazos y chillé con la mayor fuerza que pude, presa del pánico. A pesar de la fuerza del grito, en mis oídos seguían retumbando el fuerte estruendo proveniente de la bombilla que acababa de estallar y por ello el grito sólo se escuchaba sordo y ahogado en el fondo. Con los ojos muy apretados y sin saber qué estaba sucediendo, sentía cómo millones de escalofríos me recorrían la espalda mientras gotas y gotas de sudar me bajan por la cara.
A pesar de tener los ojos cerrados, noté cómo las luces de mi casa se apagaban por completo, estando así sola entre la penumbra y con el ruido aún rugiendo en mis oídos. Grité de nuevo, sintiendo los pequeños cristales cayendo sobre mí, sintiendo que se clavaban en mi piel, rasgándomela.
Involuntariamente, mis ojos se abrieron de golpe, viendo sólo oscuridad. Los rugidos cesaron secamente y parte de mi cuerpo en tensión se relajó. Hasta que millones de luces blancas nacieron entre la oscuridad, como focos que me apuntaban y luego desaparecían como si nunca hubieran tenido lugar. Grité de nuevo al escuchar cómo el ruido incesante volvía a coger lugar en mis oídos, cerrando los ojos de nuevo, mientras mis manos cubrían mis orejas para intentar detenerlo.
-¡Lena! -las manos seguras de mi madre me arropaban, hablando con su voz tranquila.
Abrí los ojos, ahora completamente empapados, y le miré con inseguridad. Más tarde miré a mi alrededor y comprobé que todo estaba como siempre, normal. Completamente en silencio. Miré al techo y la bombilla, bonitamente decorada, estaba intacta.
Como si nada hubiera pasado.
La mirada de mi madre era todo preocupación, me miraba con insistencia.
-¿Qué ha pasado? ¿Por qué gritabas?
Me aproximé más a ella y me acomodé en su pecho, aún con lágrimas recientes corriendo por mis mejillas.
-No lo sé -dije tartamudeando.
-¿Te has quedado dormida?
Negué con la cabeza rápidamente.
-No. La bombilla explotó de repente y las luces se apagaron y, y.. -sollocé.
-Sh.. -me tranquilizó, acariciando mi pelo-. Seguro que sólo te lo has imaginado.
Aparté la cabeza con brusquedad de ella y la miré ceñuda.
¿Ves? Ella no te comprende. Piensa que estás loca.
Como todo el mundo.
-¡Yo no estoy loca! -chillé, levantándome con furia.
-¿Qué? Claro que no cielo, yo nunca..
-Ah, eres como el resto. Llamándome loca a mis espaldas.
-¿Pero qué tonterías estás diciendo? -preguntó ella, siempre manteniendo el tono de voz tranquilo, levantándose del sofá.
-La verdad, mamá. ¡La puta verdad! ¿Qué piensas? ¿Que no me doy cuenta cuando tú y papá habláis de mi en la cocina?
Sentía las mejillas húmedas al gritarle, mientras ella me miraba con el ceño fruncido, sin saber cómo reaccionar ante mi comportamiento.
-¿Qué ha pasado con la Lena alegre? ¿Con la Lena que sonreía con cualquier cosa? -preguntó con la voz ronca y rota.
-Fue rota por una mentira -susurré.
Ella tensó el cuerpo como si hubiera sido golpeada con la frase, con el rostro severo y los ojos cristalinos, lágrimas bañándolos.
Sin añadir nada más, agarró su bolso de encima de la mesa y se marchó por la puerta principal, cerrándola con suavidad.
Con el ceño aún fruncido, dejé que las lágrimas cayeran.

~

{Narra Yina}
La yema de mi dedo índice paseaba por el lateral de millares de libros colocados en fila, ordenados alfabéticamente, buscando el libro necesario.
Di un paso hacia atrás para poder mirar la estantería desde otra perspectiva, torciendo los labios y frunciendo el ceño, desesperándome ante la búsqueda. Saqué con cuidado un libro bastante generoso en tamaño y ojeé las páginas y leyendo acerca del autor.
Desgraciadamente, el libro que buscaba no estaba en su sección correspondente de la biblioteca de la universidad. Después de más de una hora buscando, ya que era la biblioteca más grande que había visto nunca. Es más, la mitad de toda la sección “C” era la biblioteca entera de Cheshire.
Frustrada y cansada, apoyé la frente en la estantería.
-¿Buscas algo? -un escalofrío recorrió mi espalda al escuchar el susurro en mi oído, haciendo que el rubor subiera a mis mejillas sin permiso.
Me di la vuelta rápidamente y tropecé con unos grandes ojos azules, sonrientes y con aire juvenil.
-Christian. Eh, digo.. profesor Forrest -tragué saliva-. Hola -sonreí.
-¿Puedo hacer algo por usted?
El rubor se hizo más intenso.
-Eh.. no, gracias. Ya he buscado suficiente, mañana volveré a ver si hay suerte.
Él asintió con suavidad y por mi gran sorpresa, agarró mi mano.
-Acompáñeme.
Dejé rápidamente el libro en su sitio de la estantería y con el ceño fruncido dejé que me guiara por los pasillos de la biblioteca. Se detuvo delante de una estantería entre miles en un pasillo completamente desierto, y con sólo dos vistazos, seleccionó un libro de tapa negra y me lo tendió.
Yo lo acepté perpleja.
-Gracias -dije, sin saber qué más decir.
-¿Es el que buscaba?
-Totalmente. ¿Cómo lo ha sabido?
-Fui parte del profesorado que escribió la lista para los alumnos, así que sé más o menos dónde estáis en historia.
-Oh.
-Ah, y si no está donde el título, mire donde autores y lo encontrará seguro.
Sonreí.
-Gracias, de verdad.
Él me devolvió la sonrisa.
-No las dé. Siempre es un placer -dijo casi murmurando, sin dejar de sonreír y mirando directamente en mis ojos.
Y mis mejillas volvieron a sonrosarse.

~

El parquet claro de nuestra habitación crujía bajo mis pies al andar de un lado a otro, mordiendo mis dedos con nerviosismo y jugando continuamente con mi pelo. La habitación estaba a oscuras, ya que ya estaba entrada la noche. Pero a pensar de eso necesitaba despejar la cabeza y si me volvían a pillar fuera de mi habitación, podrías expulsarme.
Aunque demasiadas cosas rondaban en mi cabeza para dormir bien. Las llamadas de mi madre no habían cesado en todo tiempo que llevaba son verla, ya que ninguna de éstas era respondida por mi parte.
A ciegas, ignoré las advertencias que varios me habían dirigido, me vestí con unos pantalones negros y una sudadera gris y salí al pasillo, donde nada más salir, las luces se encendieron por los sensores de movimiento.
Intentando hacer el menor ruido posible, avancé por el pasillo con las manos en los bolsillos y con la cabeza llena de temas por la que sentirme confusa, que se enredaban unos con otros de tal manera que las dudas sólo se disiparan con más dificultad.
Por mucho que quisiera mantener aquel tema en el fondo de los problemas y pensar lo más mínimo en ello, sabía que no podría retenerlo por mucho más.
El frío se dejaba notar en el campus, donde la niebla era algo visible alrededor de las farolas, que ahogaba la luz de éstas de éstas y me ayudaban a ocultarme mejor bajo las ramas ya medio desnudas de los árboles. Procurando pisar en todo momento la acera para evitar las hojas secas del suelo y así no romper el silencio que daba resultado la ausencia de viento.
Esta noche ahuyenté las farolas por delatarme la noche de verano, y me senté al pie de un árbol, alejada del camino.
Más tarde descubrí que me había dejado los auriculares en la habitación, por lo que sólo me concentré en los sonidos casi inaudibles que me rodeaban, y de las nubecitas que formaba el vaho que salía de mi boca. Como estábamos en diciembre, no escuchaba nada más que muy de vez en cuando el leve sonido del viento, que acariciaba con suavidad el césped y los árboles, haciendo acto de presencia por el frío helador que dejaba su rastro.
El sonido de hojas secas partiéndose hizo que diera un brinco y permaneciera callada y quieta, observando con cuidado la acera, en donde una figura paseaba tranquilamente con un libro entre las manos, concentrado en la lectura.
Sonreí como acto reflejo. Hice ademán de levantarme y saludarle y entablar, como siempre, una conversación interesante en todos los sentidos, pero me percaté de las consecuencias que podría acarrear.
Después de todo, seguía siendo un profesor.
Mordiéndome el labio y sonriendo, observaba cómo se detenía frente a la farola y cómo se apoyaba en ella, frunciendo el ceño y pasando páginas cada pocos minutos, sin apartar la mirada del libro que sostenía.
Una mano helada se posó por sorpresa sobre mis labios, haciendo que mi corazón diera un vuelco y latiera con fuerza. Quise gritar, pero la mano me lo impedía. Él chico que me sostenía hizo que le mirara a los ojos, mientras con la mano libre ponía un dedo sobre sus labios, indicándome que no gritara. Me soltó, después de arrastrarme detrás del árbol.
-¡Nathan! -susurré con fuerza.
-¡Shht!
-¡¿Se puede saber qué coño haces?!
-Podría preguntarte lo mismo. ¿No eran las doce muy tarde para los inglesitos?
-Lo es, en realidad -dije de mala gana al escuchar su acento británico mal imitado-. ¿Y tú qué?
-Vigilándole -espetó, señalando al profesor Forrest con la barbilla.
Solté un resoplido, burlándome.
-¿Vigilándole? ¿Por qué?
-No me fío ni un pelo de él.
-Nathan. Es un profesor de literatura. ¿Qué puede hacerte?
-A mí, desde luego, nada -susurró, mirándole, escondido detrás del árbol, con el rostro severo.
-¿Y qué haces aquí, entonces?
-Porque me preocupo por ti.
Bufé.
-¿Y qué tendrá que ver con él?
-Yina, he visto cómo le mirabas -volteó la cabeza y me miró a los ojos.
Yo parpadeé varias veces y me eché hacia atrás sin hacer demasiado ruido al estudiar su aspecto.
-¿Y? ¿Acaso te digo yo cómo miras a las chicas? -crucé los brazos.
-Te repito, sólo me preocupo por ti.
-¿Y qué va a hacerme? -me detuve al darme cuenta que estaba subiendo el volumen de la voz, por lo que me aclaré la garganta y susurré:- ¿Violarme?
Él sonrió, divertido con mi inocencia.
-No, precisamente.
Levanté una ceja, buscando una respuesta.
La sonrisa se le borró de la cara y se acercó tanto a mí que podría sentir su aliento sobre mis labios.
-Podría matarte -susurró. 

44~

Capítulo 44:
{Narra Jane}
El sol que se filtraba por las cortinas que colgaban delante de mi ventana se clavaban en mis ojos nada más abrirlos. Ante la brusca luz, me froté los ojos y me aparté escasos milímetros para que la luz no fuera tan directa y pudiera desperezarme con más tranquilidad.
Hice ademán de darme la vuelta y seguir durmiendo como estaba haciendo hasta ahora, pero la hora que figuraba en el reloj de mi mesilla de mesa hizo que me paralizara por completo. Las 7:45.
-Mierda -murmuré mientras saltaba de un brinco de la cama.
Me vestí con mucha prisa, ya que el autobús se iba en escasos 15 minutos y si iba andando llegaría más que tarde. Cuando quise salir al baño, me detuve en la puerta para recordarlo. Miré la cama y fruncí el ceño. ¿Dónde estaba? Juraría que se había quedado a dormir.
Simplemente, me encogí de hombros y me dirigí al baño, donde me cepillé el pelo con rapidez. Al volver a la habitación para coger las cosas y salir corriendo, un pequeño detalle hizo que me detuviera delante de mi escritorio.
Un papelito naranja doblado en cuatro yacía inocente sobre la mesa. Fruncí el ceño de nuevo mientras sonreía levemente.
¿Me había escrito una nota? Me pregunté, volviendo a mirar hacia la cama para asegurarme de nuevo. Torcí los labios con torpeza mientras desdoblaba el papel, no sin antes mirar el reloj y asegurarme una vez más, de que llegaba tarde.
A pesar de eso, la intriga podía conmigo, por lo que no pude evitar desdoblar la nota por completo y leerla con rapidez:

Buenos días cielo;
Puede que te extrañe no encontrarme a tu lado esta mañana y lo primero que debo hacer es disculparme. Siento no poder saborear esta mañana contigo después de todo lo ocurrido, pero debía volver al estudio ya que las llamadas perdidas eran bastantes. De verdad que lo siento.
Por muy a mi pesar, sigue estando el tema de lo que te quería hablar anoche. Insisto en que es muy importante, por eso prefiero contártelo en persona y no en una vulgar nota. Así que, por favor y cuando puedas, pásate por aquí y hablamos de esto.
Ante todo esto, quiero que sepas que te quiero y que nadie va a cambiar eso. Ten eso muy en cuenta cuando hablemos de esto.
Muchos besos.
-Hx”

Parpadeé varias veces y lo volví a releer una y otra vez. Y simplemente me quedé paralizada ante aquello.
Quise disfrutarlo horas y horas más, pero la hora me lo impedía. Cogí la mochila y bajé las escaleras lo más rápido que pude.
-¿Jane? ¿Qué haces aquí todavía? -preguntó mi madre sentada en la mesilla del salón con el té y el periódico entre sus manos. Me bebí un vaso de agua con rapidez.
-Me voy -la besé en la frente antes de salir por la puerta.
Tras mirar de nuevo mi reloj para asegurarme de nuevo de que no iba demasiado tarde, me di cuenta que aunque el sol resplandeciera con fuerza desde el cielo totalmente despejado y azul, hacía mucho frío para estas fechas.
Me cerré el abrigo, crucé los brazos para mantener el calor y anduve lo más rápido que pude por el barrio.
Así que, había ocurrido.
-Pues no me siento nada diferente -dije en voz alta.
¿No se supone que ahora tendría que sentirme más madura? ¿O sensata? Nada. Me sentía igual que lo hacía ayer. Igual de cría y loca como siempre.
-Vale, puede que esté un poco dolorida. Pero eso no significa nada...
Suspiré.
¿Madura? En absoluto. Ni una pizca más. Estaba andando por mi barrio tranquilamente mientras llegaba tarde. Y encima estaba hablando sola.
Me acababa de acostar con posiblemente uno de los chicos más deseados de toda Inglaterra y probablemente miles de chicas chillonas y adolescentes querría arrancarme la cabeza en esos momentos por eso.
-Hablar sola es el menor de mis problemas.
A pesar de los pensamientos de madurez y cosas sensatas y no tanto, la sensación de que alguien me perseguía sacudió mi cuerpo.
Fruncí el ceño y miré a mi alrededor, y favorablemente no encontré a nadie sospechoso, que incluso me mirara o observara.
Sacudí la cabeza y simplemente seguí andando. Sería una simple sensación como cualquier otra.
Volví a mirar el reloj y descubrí que tenía que correr si no quería perder el autobús.
Guardando el móvil en el bolsillo, salí corriendo desde ahí hasta salir del barrio, dando vuelta a la esquina, desde donde ya podía ver la parada, donde justo Ellen y Jess se levantaban para recibir al autobús que se estaba aproximando. Sonreí por un segundo de alivio y corrí hacia el autobús, donde con un último brinco, conseguí entrar a tiempo en el autobús.
Ellen y Jess como siempre estaban sentadas en la parte de atrás, por lo que me dirigí a ellas y me senté exhausta a su lado.
-¡Jane! Ya pensábamos que no venías.
-No me ha sonado el maldito despertador -dije incorporándome y sentándome mejor en el asiento-. ¿Y Lena?
-Prefería ir andando. Yo que sé por qué -espetó Ellen, haciendo un gesto con la mano.
-¿Con el frío que hace? Raro.
-Ella es rara. Últimamente lo es.
-Lo está pasando mal, es normal que quiera despejarse.
-¿Normal? Jess, cielo, normal es inflarse a chocolate cuando no hay sexo. Pero esto, no lo es.
Jess frunció el ceño.
-Tienes un gran obsesión con el sexo -dije al respecto.
-Tú te callas. Cuando sufras un orgasmo ya puedes comentar y decirme lo viciante que es, pero ahora no puedes opinar sobre esto.
-Sí, bueno.
Tenía razón.
-Lena está pasando por un momento difícil, lo mejor es dejar que lo solucione ella sola. No somos quienes para meternos -dijo Jess interrumpiéndonos.
-No me meto, sólo digo que está muy rara.
Casi automáticamente, apoyé el codo en el bordillo de la ventanilla y me dejé llevar por el recorrido que me llevaría a la rutina diaria.

~

-¡Jane! Cuidado, mujer, que lo manchas todo.
Tiré con el ceño fruncido la cera azul marino a la mesa con desdén.
-¡Pues normal! -le respondí- Estas ceras manchan un demonio.
Cogí un pañuelo del bolsillo y traté de limpiarme los dedos, pero la maldita mezcla de colores que se había ido acumulando no se quería ir.
-Genial -murmuré-. Ahora dejaré rastro de colorines en todo lo que toque.
-Pues a mí me gusta pintar con ceras -dijo Jess, pasando las pinturas por el lienzo-. Es relajante.
-Por que tú sabes. Se ve clarísimo que eso es un paisaje -alcé mi dibujo en alto para que lo viera mejor-. ¿Qué ves?
-Eh... ¿una mariposa?
-Es una flor. Sigo sin saber por qué tuve que haberme apuntado a plástica si no sé hacer ni una flor decente.
-Jane, cielo, no olvides que estamos experimentando con las ceras. No tienes por qué esforzarte tanto -me decía la profesora desde su pupitre, sentada en la cómoda silla acolchada de profesores, escuchando mis quejas.
-No me llames cielo -murmuré.
Recogí las ceras en su caja y la guarde en la mochila a la vez que las hojas que había malgastado en intentos fallidos de dibujar algo con decencia.
Jess, casi atendiendo a mis impulso de recoger minutos antes de que sonara el timbre, me imitó guardando el lápiz en el estuche, mientras los murmullos de la clase, que eran casi inaudibles hace segundos, se intensificaron a causa del arrastre de las sillas por el suelo.
La profesora, como de costumbre, se quitó las gafas y colocando las manos sobre las caderas sin levantarse de la silla, miró a la clase con los labios torcidos y con la mirada llena de molestia. Miró su reloj.
-Sabéis que odio que recogáis cuando faltan preciosos 2 minutos.
Sus palabras no acababan de abandonar sus labios cuando el timbre ensordecedor sonó con la misma intensidad que siempre, indicando el comienzo de los veinte minutos de recreo.
Después de dejar nuestras mochilas en nuestra clase habitual, Jess y yo nos dirigimos a un banco del patio, donde las cuatro nos sentábamos a menudo y donde Ellen y Lena hablaban tranquilamente.
Yo me senté al lado de Lena y Jess en el suelo delante nuestra.
-Se te va a helar el culo -le dijo Ellen.
-Sí -respondió ella, pero sin hacer ademán de levantarse.
Las tres como siempre comenzaron a entablar una conversación, la cual fingía escuchar pero no me interesa lo más mínimo, ya que la conversación contenía temas que ya eran tópicos a la hora de hablar entre nosotras.
Dejé que mi mente me llevara a pensamientos profundos que siempre pensaba cuando hacía que escuchaba su conversación. A lugares como los colorines que ahora me tintaban las puntas de los dedos a causa de las condenadas ceras o a cómo sería capaz de quitarme aquellos. O a un tema que mi mente tocaba rara vez sacaba tan esporádicamente, como cómo le diría a mis amigas lo ocurrido la noche anterior y cómo se lo contaría para que se lo creyeran, ya que ya eran muchas las bromas que hacía respecto a ese tema. Y de cómo sería su reacción ante todo y sobre qué haría ahora en adelante.
Aunque todos esos pensamientos no pudieron seguir su curso con tanta fluidez como de normal, ya que otra vez la sensación de ser observada por demasiados ojos a mi alrededor, que no podía más que sentirme incómoda. Me sentía apuntada ante ojos llenos de odio o incluso cámaras, ya que sabía que más de medio instituto sabía mi situación.
Y me incomodaba demasiado.
Con una ligera sacudida de cabeza, despejé mis ideas y volví a colocar una sonrisa en el rostro, ya que Jess me miraba sonriente como siempre. Se levantó del suelo helador y se sentó a mi lado, pasando un brazo por mis hombros.
-¿Qué te pasa, Jane? Estas como... ¿más feliz?
No pude evitar reírme.
-¿Más feliz? Como estoy siempre.
-Sí. No sé, igual es una sensación mía.
-No, que va. Normalmente nunca vienes tan sonriente al instituto y en matemáticas hoy no has callado -puntualizó Lena.
Sonreí y me encogí de hombros.
-Joder, ¿no puedo estar feliz porque sí?
-No -respondieron las tres a la vez.
Reí de nuevo.
-Nada, pues que ya no soy virgen -dije lo más rápido y natural que pude.
Ellen soltó una carcajada.
-Sí, ya. Ya no me lo creo -dijo y respondí alzando las cejas. Se me quedó mirando mientras yo sonreía cada vez más, sintiendo como Jess me miraba sorprendida a mi espalda.
-¿Lo dices en serio? -acabó preguntando Ellen.
-Ya sabes que yo no sé mentir -respondí riendo.
Se levantó de un brinco para abrazarme con mucha fuerza, dejándome casi sin aliento y chillándome en el oído.
-Eres una exagerada. Tampoco es para tanto.
-Joder hija. Lo voy a apuntar en la agenda y todo.
-Ni se te ocurra.
Ellen se sentó en el banco de nuevo y tiró de mí, obligándome a sentarme en su regazo. Yo con una sonrisa, me acerqué a ella y acepté su oferta.
-¿Te dolió?
-Sí, un poco. Pero sólo la primera vez.
-¿Primera vez? -preguntó Lena frunciendo el ceño.
Mierda. Ya había dicho demasiado.
-¿Cuántas veces lo habéis hecho o qué? -preguntó Jess casi en broma, entre risas.
-Tres.
-Toma -murmuró Ellen, apartando la mirada e inclinando la cabeza.
-¡Tres veces! -repitió chillando Jess -¡En una noche!
-¡Shht! Va a enterarse todo el instituto a este paso.
-Sí, ¿qué pasa? -me apoyó Ellen.
-Ya tiene fuerzas el chaval -murmuró Lena.
-Pues claro que tiene.
-¿Orgasmos?
-Tres.
-¡Toma!
-¡Tres! ¡En una noche!
-Estáis consiguiendo que me arrepienta de habéroslo contado.
-Qué envidia -dijo Jess-. Cuando yo perdí la virginidad fue un horror. Lo único que sentía era dolor y nada más. No tuvo nada de cuidado.
-Sí, bueno, pues a mí aún me duele. No puedo ni sentarme con decencia.
-Tranquila, cielo -dijo Lena, dando palmaditas en mi pierna-. Eso es que está bien dotado.
-Jane. ¿Puedo hacerte una pregunta? -preguntó tímida Jess.
No pude evitar reír con suavidad ante su pregunta.
-Claro que sí, dime.
-¿Cuánto estuviste saliendo con Dan?
Parpadeé varias veces.
No me había esperado esa pregunta en absoluto. Y me preguntaba cuál era la razón de eso. Me mordí el labio y me quedé pensativa, buscando la respuesta.
-Un año y dos meses -respondió Ellen por mí, a lo que fruncí el año.
-¿Tanto? -pregunté.
-Sí, cielo. Y mira que me lo decías veces.
Me encogí de hombros.
-¿Y con Harry? ¿Cuánto?
-Eh... no sé. ¿Qué día es hoy?
-1 de diciembre.
-Pues ayer justo 5 meses. ¿Por qué?
Jess alzó las cejas como si la pregunta era obvia.
Y tenía razón.
-Con Harry todo es diferente -dije sin siquiera escuchar la pregunta-. Dan lo único que hacía era presionarme y ser posesivo. Y mucho.
-Bueno, vale. Yo sólo quería saber por qué con Harry sí, y con Dan no.
-Pues ahí la tienes. Con Dan no tenía tan claro que lo quería. Mientras que con Harry ya es... muy diferente.
-Normal. Si te consigue tres orgasmos en una noche....
Le lancé una mirada no tan agradable a Ellen, que apartó la vista al instante, mientras sonreía con picardía.
La conversación enseguida cambió de rumbo, ya que ellas entendían la situación y que podía resultar embarazoso por mi parte. Yo fingí de nuevo estar tranquila y animada y trataba de centrarme en la conversación que mis amigas acababan de preparar, aunque seguía notando las miradas odiosas y llenas de rencor.
Y aquello hacía que perdiera mucha seguridad sobre todo.

~

{Narra Ellen}
Lo que parecía un precioso día soleado y sin ninguna nube a la vista, enseguida se volvió un día oscuro y lluvioso. La lluvia mojaba las aceras y carreteras y las temperaturas bajaron más todavía que esa mañana. Esquivaba casi sin éxito los charcos, unos más profundos que otros, pisando sin remedio algunos y mojando mis zapatos. Poco después me di por vencida y simplemente no le di más importancia. Jane intentaba hacer lo mismo, pero al final ambas acabamos empapadas de arriba a abajo.
-Debería de haberme quedado en casa -dije después de gruñir al notar mis pies empapados.
-Eres una pesada. ¡Pues vete!
-No, que ya casi llegamos. Dar la vuelta ahora sería de tontas.
Jane puso los ojos en blanco.
-Pues no te quejes tanto.
Seguimos andando, apresurando el paso, ya que la lluvia caía con cada vez más fuerza, mojándonos cada vez más ya que no disponíamos de paraguas o de ropa contra la lluvia.
Las puertas del estudio hoy estaban completamente vacías, ni un solo alma se podía ver rondando por los alrededores. Por mucho que quisiera evitarlo, sentía a Jane tensa y algo más nerviosa de lo habitual, viéndola jugar con sus aún coloreados, pero ya menos vistosos, dedos y mordiéndose el labio a menudo. Entramos en el edificio y nos detuvimos delante de la puerta.
Posó una mano en el manillar de la puerta y se detuvo por un segundo.
-Jane, ¿ocurre algo? -pregunté.
Ella levantó la mirada y me miró.
-Estoy algo nerviosa, nada más.
Yo sonreí y le acaricié el pelo mojado,
-Tranquila. Tú sólo actúa como si nada hubiera pasado. ¿Sabe que venimos?
-Sí, sí. Nos estarán esperando.
-Pues venga -puse una mano encima de la suya y empujé el manillar después de llamar a la puerta de la sala común.
-Hola -dijimos las dos casi a la vez.
Los cuatro, que estaban sentados en los sofás completamente solos en la sala, se levantaros de sus asientos al vernos. Harry, como no, fue directo hacia Jane y yo avancé para no verlo.
-Hola a ti también, Harry.
Saludé a los otros trés, intercambiando dos besos en las mejillas y después nos sentamos de nuevo en los asientos.
-¿Dónde está Liam?
-Con la bailarina de nuevo. Cuando tenemos tiempo libre casi no le vemos el pelo.
Solté una pequeña risita y miré a mi alrededor.
-¿Estáis solos?
-No, pero como somos pocos ya, pues algunos están ensayando o descansando. Por eso aprovechamos para estar aquí -respondió Niall.
-Ah.
Niall y yo seguimos hablando unos segundos respecto al fenómeno fan y a lo que estaban causando hacia la gente joven en Inglaterra, sobre los asaltos al estudio y a su intranquilidad en la calle. Me di cuenta que Zayn le estaba dando codazos muy poco disimulados a Louis y susurrándole cosas. Louis chasqueó la lengua y se inclinó hacia delante, apoyando los codos en sus rodillas y frotándose los ojos y me miró.
-Eh, ¿no va a venir Jess?
Sonreí al instante. Miré por un segundo a Zayn, que apartó la mirada enseguida. Volví a mirar a Louis haciendo como si no me hubiera enterado.
-No, no ha podido. Mañana tiene un examen importante de economía y tenía que estudiar.
-Le das recuerdos de nuestra parte.
-Ni lo dudes -sonreí.
Casi sin darme cuenta, dirigí la mirada hacia la puerta y vi que Jane y Harry seguían pegadas a ella.
-Joder. Si se vieron ayer.
Le hice un gesto a Niall para que me pasara un cojín y lo lancé con fuerza hacia ellos, haciendo que rebotara en la espalda de Harry.
-¡Asociales! -grité en su dirección.
Jane enseguida se ruborizó y se acercó a nosotros, con él a su espalda. Los dos se sentaron al lado de Niall, que estaba sentado sólo en un sofá doble.
-¿Qué te ha pasado en los dedos? -preguntó riendo.
Ella miró sus dedos una vez más y torció los labios.
-Hoy nos han hecho pintar con ceras. Y manchan un cojón.
-¿En quinto?
Asintió con desdén, alzando una ceja.
-Lo sé. Pero los párvulos de 6 años lo hacen mejor que yo, así que no puedo quejarme.
Mientras la conversación seguía su curso, no podía más que pensar en la tarde en la que llamé a Harry. Pensé que no me iba a hacer caso en absoluto, que seguiría esperando. Quizás aquella tarde fue una de las peores de toda mi vida. Pensaba en las consecuencias que podía significar, que podría suceder sólo por mi culpa y por ser egoísta. Pero, por lo visto, todo había salido perfecto.
Agité la cabeza con suavidad y disimulo, borrando esos pensamientos. Tal vez no había ocurrido de esa manera y simplemente estaba pensando en falso. Tal vez me estaba precipitando. Y entendía que Jane no quisiera darme todos los detalles en unos días, ya que esto era nuevo para ella y podía resultar muy embarazoso.
Me di cuenta cuando Harry le susurraba algo al oído de Jane, mientras ella sonreía como una tonta. Él se apartó y ella asintió con entusiasmo. Se levantaron del sofá con las manos unidas y se acercaron a las escaleras.
-Ya volvemos.
Los cuatro los miraron con los ceños fruncidos cómo subían las escaleras. Yo reí mientras rodeaba los ojos.
-Sabéis qué ocurrió ayer, ¿no?
-Sí, nos lo contó esta mañana.
-Se pensaba que se iba a librar el cabrón de él. Estuvimos ayer toda la noche buscándole.
Antes de que Louis pudiera terminar su frase, Liam entró muy sonriente en la sala, de la mano de una chica alta y llena de rizos, que le llegaban hasta debajo del pecho, con bonitos ojos marrones y piel color café.
Nada más entrar, me levanté dela silla como un acto reflejo, para saludar a los dos.
-Hola, feo -saludé sonriente a Liam, después de revolotearle el pelo y besar sus dos mejillas.
-Hola -me respondió igual de sonriente-. Esta es Danielle -dijo presentando a su acompañante, a lo que ella sonrió y se acercó a mi para darme dos besos.
-Tú debes ser la famosa bailarina. Encantada, Ellen -me autopresenté, sonriendo también.
-¿No ha venido Jane?
-Está arriba.
Sentí el móvil vibrando en mi bolsillo trasero. Me disculpé antes de descolgar el teléfono.
-¿Sí?
-¡Ellen!
-¿Quién es? -pregunté arrugando la nariz después de un segundo de silencio.
-Soy Yina.
-¡Yina! ¿Qué haces llamando? ¿No es carísimo?
-Es una urgencia. Necesito tu ayuda, Ellen.

43~


Capítulo 43:
{Narra Jane}
-¡Emma! ¡Estate quietita, eh!
Agarró mis caderas y tiró de ellas, haciendo que me cayera de espaldas al suelo, sobre la fina alfombra roja. Grité con exageración, quejándome de dolor. Ella, de pie encima mía, me sacó la lengua y sonrió triunfalmente.
-Eso te enseñará a no quitarme el mando cuanto yo, esté viendo la tele -fruncí el ceño con picardía y cuando quiso escaquearse, cogí su tobillo sin siquiera levantarme del suelo.
Aquello hizo que perdiera el equilibrio y cayera de bruces al suelo también. Antes de que pudiera reaccionar, me levanté de un brinco y le dediqué una mueca.
-Lo mismo digo -y le sonreí de la misma manera.
Me senté de nuevo en el sofá con el mando de la televisión en la mano, contenta de mi triunfo.
Aclarando su garganta, colocó sus puños sobre sus caderas una vez levantada y frunció los labios, alzando una sola ceja con arrogancia.
-¿Crees que te has desecho de mí, o qué? -preguntó retóricamente, acercándose a mí.
Yo subí las rodillas hasta la altura del pecho y me hice con un cojín para protegerme, cubriéndome la cabeza.
-¡Socorro! ¡Me quiere violar! -grité en dirección a la cocina, en donde se encontraban mis padres.
-¡Niñas! ¡A ver si tengo que ir yo a separaros! -gritó respondiendo mi padre, pero sin moverse de su sitio.
Emma no hizo ningún ademán de escuchar y limpió atacándome con sus intenciones acercándose a mí e intentando arrancarme el cojín de las manos.
-¡Dame el mando! -chilló
-¡No!
-¡No quiero ver Estúpido Cómo Conocí A Vuestra Madre!
-¡Pues te jodes! Yo he visto tu estúpido programa y calladita que estaba.
-Eso es por que me tienes miedo.
Solté una carcajada.
-¡Más quisieras!
-¡Niñas!
Emma resopló y se apartó de encima mía, sentándose a mi lado con los brazos cruzados y el ceño fruncido, como una niña pequeña.
Yo le saqué la lengua triunfante.
Se levantó de un brinco en el sofá cuando el timbre de la puerta sonó, empujando de nuevo al sofá cuando yo hice lo mismo.
-Es para mí, niña -dijo arrogante.
Volví a subir los pies al sofá y aparté la mirada.
-¿Quién lo dice?
-¿Quién iba a venir para ti? -desapareció detrás de la esquina, dirigiéndose a la entrada.
Yo rodeé los ojos mientras rodeaba los ojos y fingía hacer caso a la televisión, sin, en realidad, hacer ningún esfuerzo y manteniendo la mente en otro lado.
Fingí no prestar atención cuando Emma volvió a entrar en el salón, con los brazos cruzados sobre el pecho y el ceño fruncido. Se sentó a mi lado.
-Es para ti -dijo algo más bajita de humos.
-¡Ja! -grité mientras me levantaba del sofá y le hacía burla.
-¡Calla y vete! Puta -murmuró.
-Qué amable -murmuré yo también mientras caminaba hacia la puerta.
No caminaba, más bien daba brincos hacia la puerta, feliz y algo más animada.
Abrí la puerta enseguida y mi cara se iluminó todavía más.
-¡Harry! -grité y le abracé con fuerza mientras besaba sus labios con dulzura.
-Hola.
-¿Qué haces aquí? Pasa, anda, que hace frío.
Él sólo sonrió ante mi reacción y entró en casa. Cerré la puerta y colgué su abrigo en el perchero.
-¿Puedes salir de la casa solo para verme?
-No, técnicamente. Me he escapado.
-¡Te has escapado!
No pude evitar derretirme por dentro. Simplemente lo dejé ver y lo besé de nuevo, solo que ahora mucho más largo y con más insistencia.
-Existen habitaciones en el mundo.
-Cállate, Emma -repliqué malhumorada.
-Sólo digo que no hace falta darse el palme en medio del vestíbulo de la casa de tus padres -apoyó el hombro contra la pared con los brazos de nuevo cruzados.
Rodeé los ojos y suspiré. Agarré su mano.
-Adiós, Emma -dije mientras me dirigía a las escaleras.
-Em, ¿quién era? ¿Alguien importante?
Mierda. Mi madre.
Avanzaba por el salón mirando a mi hermana, que sonreía como una arpía, divertida y pícara con la situación. Mi madre alzó la mirada, con el rostro sin expresión y me miró, y después a Harry.
-Eh. Hola, mamá -y sonreí con exageración.
-Jane -dijo ella amable, aunque con insistencia-. ¿Quién es este chico?
Nunca había pensado en la manera correcta de presentar a Harry a mis padres, ni si lo haría dentro de poco. Tampoco sabía si mis padres, sobre todo mi padre, lo aprobaría tan enseguida.
-Es.. eh -vacilé, con la mirada inquieta entre Harry, que me miraba con una media sonrisa y encogiéndose de hombros, y mi madre, que seguía con la mirada fija en mi respuesta-. Es Harry, amá.
-Oh -enseguida se dio cuenta-. No me habías dicho que tenías novio.
Fruncí el ceño mientras Emma soltaba un resoplido seguido de una carcajada.
-Sí que te lo dije -dije firme.
-¿Cuándo?
-¿Todos los sábados?
-Ah, ¿sí?
-Sí, cuando veo el Factor X y te digo “mira mamá, él es mi novio”.
-Ah -dijo sólo, apartando la mirada y frunciendo el ceño-. No pensé que ibas en serio.
-Pues ya ves que sí, ¿podemos irnos ya? -dije impaciente e incómoda con la situación.
-Cielo, ¿qué ocurre?
Mierda. Mi padre.
-Eh. Hola, papá -y sonreí de nuevo.
Mi padre, con su mirada neutra, clavó los ojos en Harry.
-¿Quién es? -preguntó con brusquedad, señalándolo por un segundo.
Me llevé la mano a la frente.
-Eh... me voy -dije.
Volví a coger su mano y fuimos escaleras arriba.
-Que mona eres cuando te pones nerviosa -dijo Harry a mi lado, con una sonrisa.
Sentí cómo las mejillas empezaban a sonrojarse, e hice lo posible para que no lo notara demasiado.
-¡Eh! -escuché a mi padre escaleras abajo-. Jane, la puerta de la habitación abierta.
-¡Papá! -chillé replicando
Rodeé los ojos a la vez que escuchaba las carcajadas, ahora más altas, de Emma. Harry también dejó escapar una leve risa. Yo me mordí el labio.
Atravesamos el pasillo hasta llegar a mi dormitorio, en donde cerré la puerta detrás nuestra con pestillo, a lo que Harry frunció el ceño.
Yo respondí con una risita.
-Me da igual lo que me diga. Luego me echará la bronca, pero en fin...
Respondió con su risa silenciosa, bajita y adorable.
Se encontraba apoyado en mi mesa de estudio con los brazos cruzados, con las mangas de la camisa blanca remangadas con torpeza y a la vez mucha elegancia no intencionada. La blancura de la camisa hacían que sus ojos fueran más verdes todavía, que me mitraban serios, con sus rizos cayendo por su rostro.
Su mirada, que ahora me hizo presa, hizo que algo dentro de mí quisiera salir de inmediato, cual fiera salir de su jaula para comer al fin. Un cosquilleo en el vientre hacía que todo mi cuerpo temblara, completamente aprisionada por el deseo, un sentimiento que antes no había sentido con tanta fuerza y valentía, como si mi cuerpo ya no aguantara más.
No pude evitar quedarme mirándolo mordiéndome el labio de nuevo, totalmente sumergida en una nube.
-¿Qué? -preguntó, con una suave risa, percatándose de mis miradas.
Yo respondí solamente con una sonrisa, mientras me acercaba a él y le besaba con dulzura y ternura.
Aunque noté cómo su cuerpo se ponía en tensión.
-¿Ocurre algo?
Él bajó la mirada, a lo que fruncí el ceño.
-¿Harry? -ahora mi voz ya no sonaba segura y sensata como antes, si no que temblorosa y muy insegura ante todo.
Y comenzaba a ponerme nerviosa.
Alzó la mirada y me miró a los ojos, como siempre hacía y que hacía que me derritiese por dentro cada vez que lo hacía. Y lo que hizo que parte de mi se sintiera algo más segura que segundos atrás.
-Jane. Lo primero que quiero que sepas es que te quiero y que nadie va a impedirmelo, ¿de acuerdo?
Sonreí de alivio y me mordí el labio una vez más.
Me lancé de nuevo a él, sólo que ahora con mucha más pasión que transmitía habitualmente, con más insistencia, queriendo dejar las cosas claras para él y sobre todo para mi misma, ya que mi conciencia andaba perdida con todo el movimiento brusco que acababa de realizar y que sólo iba a más.
Me aparté de él completamente exhausta, con la respiración agitada y sintiendo la suya también fuera de control contra mi cuello.
Pero por lo visto no tenía suficiente. Mi cuerpo quería ir más allá.
Y no podía estar más segura de ello.
Tragué saliva sin despegar mi frente de la suya, intentando tranquilizar mi respiración.
-No quiero que nadie más nos interrumpa. Yo te quiero, Harry -susurré.
-Pero.. -comenzó a decir, apartándose escasos centímetros para poder mirarme mejor.
-Por favor -susurré de nuevo.
Mi cuerpo ya no aguantaba más, el deseo lo corroía, lo recorría de punta a punta, corriendo por mis venas y haciéndose notar en cada parte de mi cuerpo, como si fuera a explotar en cualquier instante.
Con una media sonrisa, cogió mis manos con dulzura y con suavidad, me atrajo hacia él.
-¿Estás segura? Están tus padres y...
-Creo que no he estado tan segura de nada nunca -dije firme, sin apartar la mirada de encima suya, interrumpiéndole.
Él sonrió ampliamente, con los ojos brillantes. Pero luego su sonrisa se borró por completo.
-Jane -suspiró-. Yo no he venido aquí a esto. Tengo que contarte algo que quizás no te guste tanto y... -tomó una pausa, para volver a pensar la frase-. Tal vez esto te haga cambiar de opinión radicalmente, Jane. Y no quiero que te arrepientas -dijo mientras entrelazaba sus dedos con los míos.
-Nada va a hacer que cambie de opinión.
Alzó una ceja acompañado por una sonrisa pícara que sólo hizo empeorar las cosas. Me cogió entonces entre sus brazos y con sus manos y sus labios dejó atrás el mundo y me hizo pensar sólo en él. En querer estar sólo con él. Sus caricias dejaron atrás todo el dolor que había sufrido con Dan y sólo él me hizo sentir segura de todo lo que sucedía a nuestro alrededor.
La felicidad que sentía en esos momentos era indescriptible, sintiendo sus labios sonrientes de Harry sobre mi cuello, a veces mordiendo con delicadeza mis labios, haciendo que la sangre circulara más deprisa por mis venas.
Aunque notaba de vez en cuando su inquietud en sus actos, no me frenó y simplemente lo dejé pasar, haciendo un esfuerzo notable. Simplemente quería que aquello pasara desde hace mucho tiempo y no quería esperar ni un día más.
Sentí cómo su cuerpo se deslizaba sobre el mío, con las manos entrelazadas y con mi continua sonrisa sobre sus labios, dejando que acariciara con delicadeza mi vientre y mi costado, teniendo clarísimos sus movimientos.
Y amaba su seguridad