47~


Capítulo 47:
{Narra Jane}
Fotos y más fotos de Harry y mías empapaban la mayoría de las páginas de la revista, que Jess había traído hace algunos minutos. Por  suerte, ninguna de estas eran demasiado sospechosas.
-¿De dónde la has sacado, dices? -preguntó Harry, tras haberla ojeado.
Yo seguía con la mirada fija en la página, con el ceño fruncido y la boca entreabierta, sin saber cómo reaccionar ante aquello.
-En un quiosco cerca de mi casa. Pasamos por ahí todos los días al ir al instituto. El dependiente nos conoce y todo -respondió Jess, emocionada y con una sonrisa en la cara.
Ellen saltó del sofá dando palmas, contenta también. Me abrazó con fuerza.
-¡Qué guay, Jane! ¡Eres famosa!
Yo simplemente la miré, con el rostro inexpresivo.
Su sonrisa desapareció.
-¿Ocurre algo? -preguntó, mirándome a mí y a Harry, que apartó la mirada. Ellen se mordió el labio.
Jess miró a los chicos, que bajaron las cabezas, sin querer entrometerse en el tema. Todos excepto Louis, que miró a Jess directamente a los ojos. Jess torció la sonrisa, frunciendo el ceño confusa.
Suspiré y me miré los dedos, mucho más nerviosa, incluso, que antes.
-Jane -insistió Ellen, buscando mis ojos con la mirada.
En vez de mirarla, me volví y me acerqué a Harry.
-Esta bien -dije, cerrando los ojos y suspirando, aún sin saber realmente lo que estaba a punto de hacer, le miré a los ojos-. Haré lo que sea -casi susurré.
Su sonrisa fue leve. Asintió.


{Narra Yina}
No sabía lo que estaba haciendo ni por qué, pero yo le seguí el beso que él había comenzado. Y tampoco sabía ni por qué ni como, pero lo estaba disfrutando.
Una vez nuestros labios se separaron, le volví a mirar a esos ojos claros que tan nerviosa me ponía.
-¿Se puede saber qué coño has hecho? -dije subiendo de tono a la vez que hablaba.
-¿Yo? -Nathan, rió- Esperar tu reacción. Ahora lo tengo todo más claro.
Resoplé y le di un empujón en su pecho, obligandole a separarse de mí.
-Eres un idiota.
Dicho esto, abrí la puerta de mi habitación mientras él me dedicaba una última sonrisa y se alejaba satisfecho.
Puse los ojos en blanco y entré en la habitación.
-¿Qué quería? -preguntó Brooke desde su cama, con una sonrisa y un libro entre sus manos.
Cerré la puerta nerviosa.
-Eh, nada. Sin más, ya conoces las estupideces de Nathan. Siempre exagera las cosas -dije después de una pequeña risita nerviosa.
-Ah, vale -y bajó la mirada de nuevo.
Avancé por la habitación hasta llegar al lugar donde había tirado el bolso. Lo recogí del suelo y saqué el folio que había imprimido en la biblioteca.
Me senté en la cama y miré a Brooke, sin saber realmente lo qué hacer con el tema de Christian.
Ella se dio cuenta y volvió su mirada para clavarla en mí.
-¿Pasa algo?
-Brooke, ¿tú cuánto tiempo llevas en SW?
Cerró el libro y lo dejó en la mesilla de noche.
-No mucho más tiempo que tú. Si tú llegaste en agosto, yo llegué en mayo. Así que no conozco este sitio tampoco mucho. ¿Por qué lo preguntas?
-No. Por nada. Simplemente, curiosidad. ¿Y todo lo que pasó con Nathan pasó en tan poco tiempo?
Rió.
-Sí, la verdad. He tenido un verano movidito.
Sonreí, bajando la mirada.
-Si buscas a alguien que sepa del centro es el mismo Nathan. Lleva aquí ya tres años.
-¿Cuántos años tiene?
-Diecinueve, recién cumplidos.
-Parece más joven.
-Ya. O si lo prefieres, también está Saddie, que tiene su misma edad. Es más, creo que llegó el mimo año que Nathan.
-¿Saddie cuál es?
-La pija, Fer es la rubia.
Las dos nos reímos.
-No las distingo.
Rió de nuevo.
-A mí también me costó.
Con Brooke era capaz de abrirme como nunca lo había hecho con nadie. Ella me permiría ser yo misma y reírme tranquilamente, decir tonterías sin que nadie me juzgara por mis ideas. Era como con Ellen. Solo que con ella era distinto. Ellen simplemente apartaba los prejuicios y defectos de manotazo y te trataba como su mejor amiga, aún te había conocido ese mismo día.
Brooke me había dado a conocer la sensación de tener una mejor amiga y realmente de lo agradecía con toda mi alma, ya que nunca antes había experimentado esa sensación de confianza con otra persona.
Ni siquiera con Harry.
Abrió la boca para hablar, pero yo la corté mostrándole los papeles que había imprimido momentos antes, a lo que ella frunció el ceño. Aceptó las hojas y empezó a ojearlas. Le expliqué lo que había pasado con el profesor Forrest, desde el primer día de verano que me encontró en el campus en mitad de la noche, hasta la noche anterior, con ello la advertencia de Nathan.
Mi estómago se estremeció nada más recordar su nombre.
Ella releyó el artículo.
-La verdad es que he oído hablar de él,  pero no de este caso. No de una fecha tan lejana. -Subió la mirada y me miró- ¿Y por qué me enseñas a mí esto?
-Puede que suene estúpido, o infantil, o llámalo como quieras. Pero creo que me gusta. Un poco.
-¿Quién? ¿Nathan?
-¡No! Chris.. eh, el profesor Forrest.
-¡¿Qué dices?! ¿Sabes en el lío que te puedes meter?
-Lo sé -me dejé caer y miré el techo. Me froté los ojos.
Brooke se levantó y se sentó a mi lado.
-Pero a ver, ¿gustar en qué sentido? Te hace tilín o simplemente te gusta mirarle. Porque he de admitir que es muy guapo.
-No.. no sé. Sonrío cuando lo veo -sonreí como acto reflejo.
Puso los ojos en blanco, con una pequeña sonrisa.
-Bueno, -cogió las hojas- ya sabes cómo es Nathan, siempre queriendo exagerar las cosas. Tú tranquila, seguro que esto se aclaró -dijo señalando el artículo- y no es más que una pequeña mancha.
-Lo que tengo que hacer es investigar un poco más acerca del tema. Necesito saber cómo termina esto -me levanté de un brinco.
-¿Ahora? -miró su reloj-, es viernes, Leo y yo habíamos pensado que quizás podríamos salir todas a cenar y pasar un buen rato. Olvidarnos un poco de los exámenes, ¿vienes?

~

-Pero bueno, Yina, ¿te has vuelto completamente loca?
-¿Por qué? -protesté- Aquí dice que es inocente.
Saddie resopló mientras daba otra vuelta a la habitación y Fer miraba hacia otro lado nerviosa, queriéndose mantener al margen de la situación.
Abrí la boca para hablar, pero la cerré en seguida, por miedo a su reacción al descubrir esta.
Saddie respiró con fuerza y se sentó a mi lado en la cama, y con la mayor simpatía que ella podía, sonrió y puso una mano en mi rodilla.
-Cielo, sólo te voy a aconsejar una cosa: aléjate de él. Nathan tiene razón.
Ésta vez, fui yo quien resopló.
-Sois todas unas exageradas. Aquí dice claramente “La compañera de habitación de Heather White, la joven hallada muerta en su dormitorio, ha sido declarada culpable del asesinato”. Nada del profesor Forrest -dije golpeando con el reverso de la mano el papel.
-Yi, el asesinato de esa Heather fue sólo la primera muerte de una estudiante en el centro. Y da la casualidad, que Forrest siempre era cercano a las chicas, aunque luego resultara que él no era el culpable.
-Oh, vamos. Si él hubiera tenido algo que ver, ya no trabajaría en este centro, ¿no es así?
-No tienen pruebas suficientes para echarlo -dijo Fer esta vez, sin mirarnos.
Saddie asintió y me alzó las cejas.
-No te encapriches con él como hiciste con Harry, en serio. Y es un consejo de amiga.
Suspiré, mirando al vacío.
-Vale, vale. Está bien. Intentaré alejarme de él.
Saddie sonrió aliviada, y me abrazó cariñosa.
-Menos mal. No quería perderte a ti también.


{Narra Lena}
Dos semanas. Cinco veces a la semana. Dos horas al día.
El señor Paxton, cuyo nombre de pila no merecía la pena recordar, me sonrió una vez más y cerró su pequeño cuaderno de cuero marrón de golpe.
-Bien, Lena, eso ha sido todo por hoy. Ha sido un placer -se levantó de la silla y me tendió la mano. Yo, desganada, se la estreché con una falsa sonrisa.
-Ya -murmuré.
Me sonrió de nuevo y se dirigió a la cocina para hablar con mis padres, como hacía siempre después de cada visita.
El señor Paxton era un señor que rondaba los cincuenta años, pequeño y relleno, con unas gruesas garfas negras adornando su cara. Completamente distinto a mis expectativas de un psicólogo alto y joven.
Tal vez debería de bajar el listón.
Yo seguía sentada en el sofá de mi casa, abrazando mis piernas en silencio y tratando de escuchar la conversación entre mis padres y ese señor, al que cada vez odiaba más.
No sabía por qué todo eso era necesario. No sabía por qué todo el mundo pensaba que estaba loca, y sobre todo no sabía por qué no tenían el valor de decírmelo a la cara. Pensaba que era tirar el dinero, y lo era. Puse los ojos en blanco.
Yo no tenía por qué contarle mi vida a un señor al que no conocía y al que no le interesaba. Me ponía enferma. Saqué el móvil del bolsillo al escuchar un pitido que indicaba un mensaje entrante. Miré la pantalla, pero en ella no aparecía ninguna notificación. Fruncí el ceño. El pitido volvió a sonar. Y otra vez.
¿Por qué suenas, maldito móvil?
-¿Por qué suenas, maldito móvil? -repetí, intentando ahogar la voz como fuese.
El móvil no dejaba de dar pitiditos y de vibrar, con cada vez más intensidad, pero en la pantalla no aparecía nada. Sólo mostraba el fondo de las chicas y yo en el verano pasado, en Cheshire, el primer día.
Me puse muy nerviosa, no sabía cómo reaccionar, ni qué hacer para que parara de una vez.
-¡Cállate! -chillé con fuerza y lancé el móvil contra la pared.
¿Qué hostias te pasa? ¿La locura te estorba?
-¡Yo no estoy loca! -grité de nuevo, levantándome del sofá, apretando los puños.
En seguida mis padres y mi evaluador, como yo lo llamaba, aparecieron en el salón asustados, mirándome con preocupación.
Mi madre tragó con fuerza y se acercó a mí poco a poco, como si yo fuera una bomba a punto de explotar que debía de desconectar, me sonrió lo mejor que pudo y trató de ser amable:
-¿Ocurre algo, cielo?
Mi respiración agitada se tranquilizaba poco a poco, miraba al suelo con los ojos inquietos, son saber a dónde mirar. Me pasé la mano por el pelo y traté de explicarme a mí misma lo que estaba ocurriendo.
Con tranquilidad fingida, levanté la mirada y miré a mi madre con otra sonrisa falsa.
-¿A mí? Nada, ¿qué iba a ocurrirme?
-No sé... acabas de gritar...
-Sí... a veces me pasa... -y sonreí de nuevo.
Ella asintió, tratando de notarse aliviada.
-Ah, entonces todo bien.
El señor Paxton escribía algo con mucha rapidez sobre un papel y se lo entregó a mi padre mientras murmuraba algo apresurado, como si corriera prisa lo que tenía que decirle, y sobre todo hacía todo lo posible para que yo no lo oiría.
Él asintió con energía.
-Que pasen un buen día -sonrió y salió de la casa con su maletín en la mano.
Una vez que hubiera abandonado la casa, mi padre se acercó a donde estaba mi móvil, en el suelo. Lo recogió y me lo tendió.
-Que sea la última vez que lo lances de esa manera, ¿de acuerdo?
Yo asentí sin mirarle a los ojos y cogiendo el teléfono, que aún funcionaba.

~

El timbre de la puerta sonó, otra vez con el volumen excesivamente alto, y bajé corriendo para abrir.
Era de noche y mis padres habían decidido salir de casa para cenar, y, posiblemente, llegarían a las tantas de la noche. Dejándome a mí completamente sola.
-Muy inteligente por su parte. Eso de dejar a su hija sola en casa.
Reí para mis adentros.
Pero me encantaba estar sola. Podía disfrutar de la casa y hacer lo que quisiera. Hasta podía hincharme a chocolate viendo cualquier basura americana en la tele sin que me digan a qué hora debía acostarme. Y como era viernes, lo aprovecharía al máximo.
Y lo mejor de todo es que todo volvía a la normalidad. Era extraño, pero me sentía bien de nuevo, no tan bien como feliz, pero sí viva. Como si la presencia de mis padres hacía que me sienta mal o inútil.
Como si ellos fueran los culpables de lo que me estaba ocurriendo.
Algo más animada que otras veces, abrí la puerta. Se me desencajó la mandíbula al ver lo que estaba viendo.
Sonrió.
-Hola -dijo, con esa media sonrisa que me volvía loca.
-¡Byron! -chillé y me lancé a su cuello, besándole como nunca hice.
Y él siguió mi beso, algo que me extrañó mucho. Notaba su sonrisa a través de mis labios.
Cerró la puerta tras él.
-¿Qué haces aquí? -casi susurré, sin aliento.
Él rió bajito, volviéndome a besar y llevándome al sofá, tras cogerme en brazos. Me senté a su lado.
-En realidad he venido a ver a mi hermana, pero veo que tienes otros planes.
Bajé la mirada, entristecida. Apoyé mi cabeza en su hombro mientras él jugueteaba con mi pelo, ahora ligeramente rizado.
-Odio todo esto.
-Yo también -se encogió de hombros-. Pero no hay nada que nosotros podamos hacer al respecto. Ésta es la realidad y hay que enfrentarla tal y como es.
Me aparté y le miré a los ojos.
-Eres real, ¿verdad?
Él frunció el ceño mientras reía de nuevo.
-¿Qué? ¿Qué te hace pensar que no lo sea?
-No sé -murmuré, volviendo a hundir mi cabeza en su hueco del cuello-. Últimamente no confío mucho en lo que veo o escucho.
-¿Qué quieres decir?
-Eso. Que no todo lo que escucho es real. Es como si me lo imaginara todo. Oigo voces que en realidad no están y veo cosas que no existen.
-Qué guay -dijo al respecto.
-¿Guay? ¿No piensas que estoy loca? -me separé de nuevo y ésta vez miré en sus ojos más profundamente.
-¿Loca? -rió- Por supuesto que estas loca. Eres vivaz y energética. Te ríes por todo y puedes llegar a decir las mayores tonterías que te ocurran. Y eso es precisamente lo que me encanta de ti.
Torcí los labios.
-Últimamente no soy así. Últimamente es como si todo fuera gris. O negro algunos días. Estoy apagada.
-Pues no lo estés. Vive la vida como tú sabes y hazle sonreír al mundo con esa preciosa sonrisa tuya. Que se derritan todos. Sólo es una mala racha que estás pasando. Se te pasará. -Besó mi cabeza.
-Odio no poder tenerte.
-A veces me gustaría darle una patada a todo. Hacer todo lo que la ley nos prohíbe. Perseguir mi sueño hasta atraparlo con la palma de la mano. Y, sobre todo, mandar a la mierda a la sociedad, sólo para poder tenerte.
Yo sonreí levemente y bajé la mirada.
Y de pronto un enorme foco de luz nos apuntó a los dos. Cerré los ojos con fuerza al notar la fuerte luz que me envestía. Intenté refugiarme con los brazos, pero no podía. Era demasiado potente. Cuando quise darme cuenta, Byron había desaparecido de mi lado, como si nunca hubiera estado allí.

-Vamos, L, despierta. Ya son las doce, vas a fastidiar todo tu sábado -mi madre hablaba rápida y con energía, subiendo la persiana de mi habitación.
Froté mis ojos con los puños cerrados, y hundí mi cara en la almohada, con un gemido.
Me di cuenta al instante de escuchar la voz de mi madre. Todo era ficticio.
Mi madre me sonrió y se apartó de la ventana, dejando que los débiles rayos de luz invernal bañaran la habitación.
-Venga. Arriba -y salió de ella.
Oculté mi cara con las manos y deseé con todas mis fuerzas desaparecer. Evaporarme. Salir corriendo de allí y no volver nunca.
Me di cuenta de que todo lo que acababa de suceder era un sueño.
Un puto sueño.
Byron nunca iba a volver. Nunca iba a volver poder abrazarle, ni besarle. No volvería a verle nunca más.
Intenté con fuerza que las lágrimas no resbalaran de nuevo por mis mejillas, aunque no pude pararlo. Ya era demasiado tarde para retenerlas.
Aparté de un manotazo las lágrimas que caían y me levanté de la cama con rabia, furiosa. Tenía ganas de gritar, chillar, romperlo todo. Las lágrimas ahora ya estaban descontroladas, rodaban cada vez más y con más intensidad por mis mejillas sonrosadas por la rabieta.
Me acerqué con paso fuerte a mi mesa, y busqué algo con la mirada que ni yo sabía el qué. Necesitaba un punto de mira fijo para que mi mirada pudiera descansar.
Papeles, folios, hojas del instituto, bolígrafos, tijeras, lápices, tirados por mi mesa.
Tijeras.
Vamos, ¿a qué esperas? Acaba ya de una vez con todo
Miré esperanzada hacia la puerta, pero como siempre, no había nadie. Como siempre.
Ésta vez, sí que grité y aguanté las tijeras entre mis manos.
-¡Déjame de una vez en paz! -grité mirando al techo, parpadeando con fuerza para facilitar la caída de las lágrimas.
Abrí las tijeras con manos temblorosas.
Nadie te va a echar de menos. Nadie. No mereces la pena
-¡Déjame! -tensé la mandíbula y sujeté una de las cuchillas de las tijeras contra mi muñeca izquierda- ¡No eres nadie para mandarme! -gruñí, y miré mi muñeca, de la que ya brotaban algunas gotas de sangre, a causa de la fuerza con la que apretaba la cuchilla contra mi piel.
Sabía muy bien que en realidad tenía razón. ¿Quién iba a echarme de menos si no estaba? No servía para nada. Estorbaba en el camino de muchas personas.
No perderían nada.
Cobarde.
Cerré los ojos con fuerza mientras deslizaba  la cuchilla por mi pequeña muñeca.

Lectoras!

Hola cielos, chicos, chicas y otros seres mágicos que leen mi novela, esta es la primera vez que publico algo que no sea capítulo. Puede que os resulte raro o lo que sea, pero la verdad es que no lo escribiría si no es urgente.
Esto es exclusivamente para le gente de tuenti, ya que a las chicas de twitter no os afecta. Aunque eso no signifique que os quiera menos <3
En fin, que me han quitado el tueni. Mi anterior tuenti, como todas sabéis, era Lena Loves One Direction, y eso, que me lo han quitado y ya no puedo avisaros cuando suba capítulo. Para mi esto es muy triste, ya que ahí están la mayoría de lectores/as. En mi lista habían 98 personas apuntadas y ahora mismo hay 30. Lo que significa que he perdido a más de 70.
Por eso escribo esto, para mandaros mi nuevo tuenti {que es este: Dreamer And Fearless}, y con una ligera esperanza de volver a recuperaros a todas, o por lo menos, a la mayoría.
Esto, como muchas sabéis, es mi puto sueño, y gracias a esto lo he mandado todo a la mierda. Y realmente espero que lo leáis y que me agregéis y todo eso, porque es muy muy importante para mí, y espero que lo entendáis.
Y ya que escribo esto, voy a aporvechar a dar las gracias a algunas personitas que me están ayudando tanto con todo esto y a las que jamás voy a poder agradecerles todo lo que hacen por mí.
Bueno, sois varias, así que no sé muy bien por quién empezar, ya que sois todas igual de importantes para mí y no sería capaz de elegir entre vosotras.
Primero, a Patricia Ranea, porque sí, porque a mí me da la gana, ella siempre está ahí cuando yo lo necesito, siempre está conectada al WA cuando yo quiero o necesito hablar, y en cambio yo no puedo hacer lo mismo, ya que el internet me va como una mierda. Así que, Patri, que sepas que te quiero, que sepas que agradezco todo esto que estás haciendo por mí, estás cumpliendo mi puto sueño, que lo sepas, y aunque pienses que soy yo la que te ha ayudado, eso es mentira. Eres un amor de persona y no tienes que pensar como estas pensando ahora mismo de ti misma, porque vales mucho, P, y sigue siendo la persona que eres porque la gente realmente lo aprecia. Yo y muchas otras. Te quiero y realmente espero que lo sepas.
Next, Raquel {no gorda, no tú, Raquel la de Granada, que a ti ya te puedo ver y abrazar todos los días}. Bff, ¿qué puedo decir de ti? Aunque sé que lo odias, voy a volver a darte las gracias por TODO lo que haces por mí, por tus comentarios en el WA y aquí en el blog, por madarme la invitación, por ser una de las lectoras más hdsfgsdfjh que tengo en mi lista. Y sé que ahora mismo estarás resoplando porque sé que no te gusta, pero es lo que pienso y si no te gusta te jodes. Y me encanta la confianza que he cogido contigo, que aunque estés a 435769475km de mí, como todas las lectoras, ya te siento como una de mis mejores amigas, a las que puedo contarle todo lo que quiera, mis problemas, situaciones cómicas sin pensar si me van a juzgar o no. De verdad lo aprecio mucho y que sepas que eres lo MEJOR y que te mereces esto que tienes con tu novela y MUCHO MÁS, porque tienes futuro amor, solo que estás ciega, o eres demasiado humilde para admitirlo. Y te quiero tal y como eres, y lo sabes. GRACIAS UNA VEZ MÁS.
A mis niñas del Watsapp. Experimentioners, sois las mejores chicas que he conocido, y aunque no leáis la novela, me habéis ayudado mucho con este tema y de verdad que lo valoro un montón. Sois unos amores!
IRENE, MI NIÑA. Sí, otra chica que vive a 475343km de mí, otra chica con un talento increíble, que ahora mismo está pasando por un mal tramo, por desgracia mucho peor que mi sitación. No me pidáis qué le pasa, porque yo tampoco lo sé, per sé que es un chica fuerte y luchadora, y sé que si está ella así de mal, tiene que ser grave. Y si no lo es demasiado, pues ahora mismo se estrá riendo de mi cara JAJAJAJA, ocya. Eso, esta chica es la primera de mi lista. La primera chica que me mandó un mensaje diciendo "hey, que me encanta tu novela", aunque sólo tenía 3 capítulos. Y la verdad es que la aprecio mucho, y que dentro de poco hace un año de que la conozco. Y la quiero con toda mi alma y aunque no hable con ella todos los días, sé que ella está ahí, y ella siempre será la primera de mi lista. teamo<3
A UNA TWITTERA MU LOCA MU LOCA, @noregret1D ES ES VASCA PRIMI! Y la quiero mucho, sus comentarios me matan, es una chica adorable en todos los sentidos y sé que algún día la voy a ver. Lo sé y punto. La conozco desde hace muy poco, pero ya me hace reír con sus comentarios en twitter. Y ella me está apoyando mucho también en todo esto. Es un amor de chica <3
OTRA TWITTERA! @PayneLover_ Tequiero, aunque te tenga to abandonada :) ERES MIS OJITOS ACHINADOS! MUAK MUAK, que te quiero, aunque no lo creas! xx
También un gracias especial a: Malena, Andrea Valverde {tengo muchas muchas Andreas en mi lista}, Carmen, HELENA, Alicia Poynter, Ainara, Lena<3, Rakelita. Sois unos amores, gracias por todo.
Un beso, y espero no haberos molestado demasiado con esto. Necesito que alguna gente se entere de esto, y es la única forma que puedo intentar para que la gente se entere.
x
Att- M, Directioner&Tributo

46~


Capítulo 46:
{Narra Jane}
-¡¿Tú qué?! -chillé.
Se pasó la mano por el pelo y sopló, con la mirada perdida. Se mordió el labio, apartando la mirada y mirándome a los ojos, mientras yo fruncía el ceño asimilando la idea que me acababa de aclarar. 
Por eso tanto misterio. Tanto cariño. Tantas miradas inseguras y tantas sonrisas perdidas por su parte. 
Tenía que fingir. Mentir. Engañar. Actuar. 
Ser su “prima”
-Lo que oyes -murmuró, bajando la mirada. 
-Pero, ¿por qué?
Por más que quisiera calmarme y recapacitar sobre la situación, lo único que conseguía era que el enfado y sobre todo el miedo se apoderara de mi racionalidad. 
-Quiero decir, ¿por qué nosotros? ¿Qué pasa con Louis y Hannah? -nada más decirlo, me di cuenta de lo egoísta que sonaba- Como ellos, tenemos derecho a estar juntos. 
Él seguía mirándome, con sus dedos acariciando sus labios, apretando la mandíbula, sin pronunciar palabra, transmitiéndome ideas con la mirada. 
Entorné los ojos, y negué rápidamente con la cabeza, queriendo negar lo que intentaba decirme. Intentando negar la realidad. 
-No, no, no. Pero... pero si eran perfectos el uno para el otro, eran... son tan monos y son felices y, y... Si ayer mismo vi a Hannah y estaba como siempre, callada, pero... bien -callé después de tartamudear sin parar, acordándome de la Hannah del día anterior y dándome cuenta que tenía razón él. 
Habían roto. 
Y Simon tenía planeado hacer lo mismo con nosotros.
Harry enseguida se acercó a mí y me abrazó con fuerza, besando mi cabeza y apoyando su barbilla con suavidad sobre ella, mientras me apoyaba en su pecho y trataba con todas mis fuerzas mantener las lágrimas en su sitio, sintiendo el apretado nudo en mi garganta, y el cuerpo tenso de Harry contra el mío.
-Eh -me cogió por los hombros y me sonrió con tristeza, pasando un pulgar por mi mejilla-. No tenemos por qué romper -cerré los ojos con fuerza y sentí esa palabra como una patada en el estómago-, siempre podemos hacer lo que ha dicho Simon. Nos hacemos pasar por primos y listo.
-¿Y listo? Harry, tus fans no son tontas. Es más, si se lo proponen pueden ser mejores que el F.B.I. Y yo no sé mentir, y mucho menos actuar. 
-Simon sabrá qué hacer al respecto. 
-Prefiero no confiar demasiado en Simon ahora mismo. 
Torció los labios y cruzó los brazos, apoyándose contra la pared, mirando de nuevo hacia el suelo.
Con un suspiro, me acerqué a él y dejé que mi cabeza descansara de nuevo en su pecho, cerrando los ojos y disfrutando todo lo que podía del momento, mientras él jugaba con mi aún húmedo pelo por la lluvia.
-Tengo sueño
Soltó una risa leve. Yo no pude evitar sonreír. 
-Por tu culpa -bromeé, intentando no reír, todavía con los ojos cerrados. 
Rió de nuevo, ahora con algo más de intensidad. 
-Te dije que podrías arrepentirte -dijo serio. 
Me aparté escasos milímetros y le miré a los ojos, aún con mis brazos rodeando su espalda. 
-Yo no me arrepiento de nada. 
Él sonrió y me besó con ternura los labios.
-¡Jane! -gritaba Ellen, fuera de la habitación- ¡Harry! 
-¿Qué? -respondió
-¿Estáis visibles?
Puse los ojos en blanco, suspirando. 
-Sí.
La puerta se abrió de golpe y una inquieta Ellen entraba agitada, con una revista en la mano. 
-Tenéis que ver esto. 


{Narra Lena}
Incomplete de Backstreet Boys retumbaba a todo volumen en mis oídos, mientras miraba el blanco techo de mi habitación, tumbaba boca arriba en la cama, desconectada totalmente del mundo y de la realidad. 
Eso era lo que sentía. Me sentía vacía. Sin vida. Incompleta. 
Ya no me sentía feliz como lo era varias semanas antes. Ni segura en mi entorno. Ni a gusto con la vida que poseía. 
Me sentía engañada y traicionada. 
Y sólo esperaba que esta mala racha de pensamientos negativos y decaídas pasara lo antes posible, ya que echaba mucho de menos mis risas sin sentido y mis locuras. Ir al conservatorio y tocar el piano una vez más, sentir las notas al deslizar mis dedos por las teclas y dejar que el mundo se evaporara a mi alrededor. Sólo yo y el piano.
Gracias a que la canción ya empezaba a tocar su fin, pude escuchar unos sordos golpes contra la puerta de mi habitación. Frunciendo el ceño y molesta, me quité un auricular. 
-¿Qué? -dije de mala gana. 
Pero no obtuve respuesta. Torcí los labios, aún con el ceño fruncido y sin apartar la mirada de la puerta. 
Con un resoplido, me volví a dejar caer en la cama, volviendo a colocar un auricular en el oído. 
Cerré los ojos y me dejé llevar de nuevo por las notas de Perfect de Simple Plan, que atravesaba mis oídos. Casi podía sentir cómo temblaban los tímpanos. 
A través de la alta música, volví a escuchar los golpes de la puerta. 
Algo más malhumorada que antes, que arranqué los auriculares y me senté en la cama, mirando la puerta. 
-¡¿Qué?! -chillé esta vez. 
Nada. De nuevo. 
Soplé con fuerza y me volví a tumbar. 
Me lo habría imaginado. 
¿Imaginado?
La voz siniestra que últimamente me acompañaba siempre retumbaba en mi cabeza una vez más. Se rió burlonamente y yo volví a prestar atención a la música. 
Últimamente te imaginas muchas cosas, ¿no?
Me aclaré la garganta y recogí los cascos, guardando el móvil en el bolsillo. Cerré los ojos y respiré profundamente, tranquilizándome a mí misma. 
Me levanté de la cama y salí de la habitación, con pasos inseguros y temblando, sin saber muy bien el motivo. 
Entré en la cocina, donde mis padres conversaban con tranquilidad, sentados en la mesa. Ambos giraron sus miradas al entrar yo y la conversación calló, mientras me miraban con sonrisas casi forzadas en sus rostros. 
-Hola, cielo -saludó mi madre en voz baja.
Yo pasé de largo e ignoré su saludo, avanzando por la cocina y dirigiéndome al armario, en donde cogí un paquete de galletas. 
-Lena, ¿puedes sentarte un segundo? Necesitamos hablar contigo -espetó esta vez mi padre, con voz más cálida y serena. 
Obedeciendo al instante, me senté en la silla de la cabeza de la mesa, sin decir palabra. 
-Tu padre y yo hemos estado hablando sobre todo este jaleo -la voz de mi madre temblaba y se notaba el esfuerzo que ponía para no perderla. Su mirada vacilaba entre los ojos de mi padre y los míos, sin saber muy bien a quién mirar. 
-No queremos que te enfades, ni te alarmes. Esto es sólo algo temporal, para ver cómo van las cosas. 
-Sólo queremos ayudarte con todo lo que está pasando estos días. Y creemos que es lo mejor para ti. 
Suspiré y miré hacia otro lado, harta de sus rodeos y de no querer ir nunca al grano, cuando sabían que a mí me pone de lo más nerviosa. 
-¿Me lo queréis decir ya? -intenté calmarme, por lo que la voz me sonó estable. 
Mi madre volvió a mirar a mi padre una vez más, insegura. 
Puse los ojos en blanco. 
Mi madre suspiró y dejó que mi padre hablara: 
-Mañana tienes cita con el psicólogo. 


{Narra Yina}
Golpeaba el dedo contra la mesa una y otra vez, nerviosa e impaciente. La ruedecita de Cargando no paraba de girar y la página seguía en blanco. 
La biblioteca ese día, a diferencia de todos, estaba especialmente vacía. Sólo tres o cuatro personas deambulaban por los pasillos en busca de algún libro que leer, o que, simplemente, mataban el tiempo y se encontraban ahí porque no tenían otra cosa mejor que hacer. 
Justo por la ausencia de las grandes multitudes que siempre reinaban la biblioteca, me permití usar uno de los ordenadores disponibles en ella. 
Por fin, la página principal del recinto apareció sobre la pantalla del ordenador y con las manos temblorosas, deslicé el ratón por la página, pulsé el buscador y sin más detenimiento, introduje “muerte”.
La página viajó al periódico de la universidad, con más de diez entradas con la palabra que acababa de introducir. Bajaba por ella, hasta que un titular consiguió llamar mi atención. 
Sintiendo cómo mi corazón latía con cada vez más fuerza a causa de los nervios y sobre todo del miedo que me producía, comencé a leer el artículo que se presentaba ante mí.

JOVEN MUERE EN EL CAMPUS
La joven Heather White, de 16 años, fue hallada sin vida el pasado martes, 17 de abril en su habitación. La causa de la muerte aún está siento investigada por uno de los forenses del cuerpo de policía. 
Fuentes cercanas a la alumna, había salido de su habitación muy tarde por la noche por causas desconocidas, y que, según sus amistades, no era común en ella. La última vez que fue vista fue en compañía de Christian Forrest, profesor de Literatura y nuevo en el centro, que la acompañó hasta su dormitorio la noche del fallecimiento. 
Esto dio mucho que hablar entre alumnos y profesores, que colocaban al nuevo profesor en la cima de la lista de sospechosos, antes siquiera de conocer los resultados del análisis del cuerpo de la joven, que no presentaba indicios de violencia, como ya nos han podido adelantar hasta ahora. 
El profesor, Forrest, anonadado ante el asunto, ha comentado directamente su pensamiento sobre lo ocurrido. Dicta: 
“Heather era una buenísima alumna, pero por desgracia no he podido conocerla del todo por lo ocurrido. Sin duda, una gran pérdida”
Por lo que sabemos, el profesor Forrest se encuentra ahora en su residencia en Vancouver, habiéndose realizado ya muchas entrevistas para conocer la mayoría de los detalles posibles sobre la tragedia. 
La junta directiva del centro ha convocado dos días de luto oficial.
Mark Elliot/
Periódico Oficial SW
19-04-1987

Miré una vez más a mi alrededor y verifiqué de nuevo que no había nadie que me vigilara y releí el artículo. 
Lo imprimí y abandoné la biblioteca, dirigiéndome a mi habitación, guardando los papeles en la mochila. 
Encaminada, me pregunté si debería de debatir este tema con las demás. Aún no las conocía demasiado y no sabía muy bien cuál sería su reacción ante esto. 
Muy en el fondo, sabía que estaba exagerando sobre el tema. 
Por suerte, la biblioteca estaba cerca de nuestro bloque, por lo que llegué pronto de vuelta. Abrí la puerta y vi a Brooke sentada en la cama enfurruñada, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Y de pie, enfrente suya, estaba Nathan, que me sonrió al verme. 
-¿Se puede saber qué haces aquí? -pregunté, poniendo los puños en las caderas. 
-¿Alguna vez te han dicho que eres muy borde?
-Varias -respondí-. ¿Qué haces aquí?
-Es igual, Yi. Ya se iba -Brooke se levantó y me sonrió.
-Bien -le abrí la puerta. 
Él esbozó otra sonrisa torcida y se apoyó en el marco de la puerta, con las manos en los bolsillos y mirándome. 
-¿Podemos hablar? -me preguntó.
Resoplé.
-Claro -dije seca, y salí al pasillo con él.
Él se apoyó en la pared contraria, sin sacar las manos de los bolsillos y manteniendo la mirada fijamente en mí.
Puse los ojos en blanco y aparté la mirada.
-¿Qué querías?
-¿Has visto hoy a Forrest?
-¿Cómo? -fruncí el ceño- Mira, Nathan, no sé lo qué pretendes, pero no vas a conseguir lo que quieres. Lo que me dijiste anoche es una tontería.
-¿Una tontería? -rió levemente, acercándose a mí poco a poco-. Eso es que no has buscado bien. 
-No me hacen falta pruebas para saber que puedo confiar en él. 
-Por favor, Yina. Sólo lo conoces unos meses. No sabes nada de él.
-Ni de ti tampoco -dije en voz baja, al encontrármelo ya a poca distancia. 
A tan poca que podía sentir su respiración sobre mi rostro. 
Él sonrió, satisfecho de mi respuesta. 
-Lo sé -murmuró, sin desaparecer la sonrisa de su cara. 
Tuve que dar un paso hacia atrás para poder ganar espacio, pero me di contra la pared, dificultando las cosas. 
Retuve el aliento al descubrir que me era complicado respirar por su contacto, mirándole yo también a los ojos e intentando resistirme. 
-¿Qué haces? -conseguí susurrar, sin dejar de mirar a sus ojos color avellana que tanto realzaban los rizos que le caían por la cara. 
-Asegurándote de que no me conoces en absoluto -murmuró de nuevo, con un tono demasiado pasional. 
Sonrió una última vez antes de juntar sus labios con los míos, completamente inesperado.