53 ~

Capítulo 53:
{Narra Lena}
La vida no siempre te ofrece lo que tú quieres. Es más, nunca lo hace. La vida es el egoísmo, mire por donde se mire. Nunca piensa su está siendo justa con la gente, si está conforme, o si no lo está. La gente afortunada da gracias cada día por sus logros, riquezas o por todo lo que posee. Pero ¿y la gente desafortunada? ¿A quién le da las gracias por las pocas cosas que tiene, pero que algunas personas juzgan por “malo”? La gente desafortunada no tiene por qué dar las gracias a nadie, y por ello no lo hace. A veces reflexiones como éstas ayudan a darse cuenta de las cosas. La vida elige quién eres, o quién serás. Lo elige. Pero luego eres tú el responsable de si lo quieres cambiar o no. A veces. A veces es inevitable. Inevitable saber que no vas a acabar bien, por mucho que quieras cambiarlo. Saber que lo que realmente te sucede no tiene ninguna solución, y la verdad es que la vida en sí no tiene la culpa de ello. Y esa es la cruda realidad.
Había pasado la noche en el baño.
 Mi padre, seguramente, había estado esperando la noche entera en el pasillo, esperando a que saliera. El baño era el único lugar donde podía encerrarme realmente. Era pequeño, y no había mucha luz, pero, realmente, no me importaba. Habían amenazado varias veces llamar a la policía si no iba con ellos aquella semana. ¿Qué otra cosa podían hacer para controlar a su hija esquizofrénica?
Estaba aprendiendo a no tomarme las cosas tan en serio, y a tomarlo todo con sarcasmo. El sarcasmo me ayudaba a no enfadarme tanto como lo hacía. Y lo hacía mucho, lo de pensar con sarcasmo. Hasta me divertía, a veces.
No había dormido nada. Esa sería mi última noche que pasaría en mi casa, por un tiempo. Cada minuto que no dormía por la noche, miraba por la pequeña ventana, que daba a la parte delantera de mi casa. Pensaba “en cuanto amanezca, vendrá la policía, tirarán la puerta abajo y me sacarán de aquí. Como hacen con todos los locos desobedientes”. Y ese pensamiento me hizo reflexionar.
Alrededor de las nueve de la mañana, unos suaves golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos. Era lunes, y me negaba a ir al instituto. Tampoco me iban a dejar. Quiero decir, ¿a qué tipo de padres se le ocurre dejar a su hija loca por la ciudad, cuando sabes que puede escaparse, volver a desobedecerte? No sería ético.
-Lena, cielo. El desayuno está listo -la voz de mi madre siempre sonaba tranquila, aunque fuera un manojo de nervios en esos instantes. Hacía como si nada hubiera pasado. Como si fuera un día cualquiera y como si horas más tarde no estaría en un loquero de verdad. Como si no me metieran interna hasta que “me pusiera mejor” o hasta que “aprendiera a comportarme”. Já.
Agarré el cerrojo y tiré, sin abrir la puerta.
-¿Están los policías listos para cogerme? Voy a salir.
Realmente, el sarcasmo me ayudaba mucho.
Pero ella, lo ignoró lo mejor que pudo.
-Te esperaré abajo.
Abrí la puerta con normalidad y pasividad. Entré en la cocina, donde mi madre estaba sentada y mirando fijamente en la pared, aparentando tranquilidad.
Me senté en la mesa y miré mi plato. Estaba raramente vacío. Esperaba toparme una vez más con esa pastilla blanca que debía tragarme cada día. Pero no estaba. Miré a mi madre.
-¿Y la pastilla? Igual te muerdo si no me la tomo...
-Deja de decir tonterías. Te la darán ahí. Las maletas están preparadas.
-¿Maletas? Pensaba que te daban camisas de fuerza o algo ahí para que no haga daño al resto... igual lo hago... sin la pastilla, ¿quién sabe?
-Lena. Ya vale.
Me encogí de hombros y bebí un pequeño trago del vaso de leche que había sobre la mesa.
-Bueno, ¿y cómo es eso del loquero? ¿Te encierran en celdas con las paredes acolchadas como en las películas? -pregunté con una sonrisa sarcástica.
-No lo llames así, hija.
-¿Y cómo lo llamo? ¿Manicomio? ¿Jaula? ¿Cárcel? -dije, levantando la voz y enfadándome más de lo que quisiera.
Estaba consiguiendo que me enfadara de verdad.
-¡Lena! -me gritó mi madre, visiblemente irritada por mi comportamiento- ¡Como vuelvas a levantar el tono te...!
-¿Qué? -la interrumpí con toda la brusquedad posible- ¿Qué me vas a hacer? ¿Meterme interna? Oh, tarde. ¿Qué más puedes hacerme para joderme la vida? ¡¿Qué más?! Casi me gusta la idea de irme, cuanto antes os pierda de vista, mejor.


{Narra Yina}
-¡Tía, es genial! -gritaba Leo, mientras me abrazaba-. Yo, cuando me contaste lo que te dijo tu madre, no me lo creí mucho. ¡Ah, cuánto me alegro por ti!
Sonreí.
-Y lo mejor de todo es que sale en las próximas dos semanas.
Estaba excitadísima. Había conocido a mi padre, al que tanto tiempo creí desaparecido, o incluso muerto.
Pero había algo que no me cuadraba del todo. Mi madre nunca me había mencionado que había estudiado en Canadá. Lo que ella me contó fue que lo conoció en Inglaterra, pero, ¿por qué estaba, entonces, en Canadá? No entendía nada.
-O sea, ¿que lo tienes en casa por Navidades? -me preguntó emocionada Brooke.
Asentí.
-Me lo tendré que llevar a Inglaterra.
-¿Te vas a Inglaterra por Navidades? Entonces no estarás en el baile de invierno... -dijo Leo algo desanimada esta vez.
-Ya... lo siento. ¿Se lo decís a Saddie de mi parte? No quiero desanimarla...
-¿Cuándo te vas?
-Probablemente a finales de la semana que viene. Justo cuando terminemos los exámenes.
El aire que las tres respirábamos en esos momentos se volvió denso y difícil de respirar; tan denso que podría cortarlo como si fuera un hilo bien tensado de dos lados. Fue curioso, porque sabía que yo no era la única que lo notaba en esos momentos, pero nadie dijo nada, lo que lo hizo más pesado todavía.
Brooke rápidamente intentó arreglarlo.
-Te echaremos de menos -me sonrió.
Leo soltó un jadeo algo exagerado, por lo que sonó con mucha intensidad en la habitación. Tan fuerte que Brooke y yo dimos un leve brinco en el colchón, girando nuestras miradas hacia ella y prestando toda nuestra atención a su reacción tan repentina.
-¿Qué día es hoy? -preguntó alterada.
-Sábado.
-¡Vamos a celebrarlo! ¡Navidades adelantadas, vamos! -Leo se levantó del baúl del que estaba sentada de un salto, completamente excitada.
-Pero si ya fuimos ayer... -se quejó Brooke.
-¿Y? Pensad, la semana que viene no vamos a poder por los exámenes, y no vamos a tener ocasión de despedirnos de Yina como es debido. Venga -dijo, siendo muy pesada. Me agarraba del brazo, dando pequeños tirones haciendo que me tambaleara sobre la cama y haciéndome pucheros. Intentando convencerme.
Cómo sabía.
Yo me encogí de hombros.
-A mí no me parece mala idea. Pero no hasta muy tarde que esta noche quiero dormir -le guiñé un ojo a Brooke.
Ella me respondió con una sonrisa.
-Ni te preocupes. Voy a hacer maravillas. Tengo un enchufe buenísimo en uno de esos clubes alquilables. Vamos a despedirte como te mereces.
Sonreí mientras ella se acercaba a la puerta.
-Sólo me voy por un mes... el año que viene vuelvo...
-¿Y? La cosa es tener una excusa para irse de fiesta. Mientras yo voy a hablar con el señor ese, pensad algo para poneos, no quiero ver vaqueros, ¿entendido?
-Yina, ¿puedo inventar a señor L? -me preguntó Brooke alzando una de sus rubias y perfectamente perfiladas cejas.
Amigas y sus típicos motes para los chicos. No era muy logrado, cualquiera que pensara un poco, lo desvelaría sin dificultades.
-Te he dicho mil veces que no lo llames así.
-Pues le invito. Encima que te hace un favor no vas a dejar de invitarle... yo le digo.
Puse los ojos en blanco con una pequeña y disimulada sonrisa.
Francamente, estaba deseando que lo invitaran.


{Narra Jane}
-Jane, hija mía, ¿tanto te cuesta ponerte un maldito pantalón de gimnasia? -me decía Ellen mientras me ataba la zapatilla de deporte.
A veces se ponía demasiado pesada.
Gruñí y bajé el pie del banco con brusquedad. Puse los brazos en jarras y la miré con el ceño fruncido. Ella me devolvió la mirada alzando las cejas.
-¿Vas a dejar de quejarte alguna vez?
Puso los ojos en blanco y me agarró del brazo.
-Venga. Que llegamos tarde.
Salimos rápidas del vestuario al ver que todo el esto de compañeros ya se había reunido en el patio del instituto.
Odiaba las clases de educación física con toda mi alma. De verdad. En cambio, a Ellen le encantaba. Decía que era la única clase que nos permitía movernos aunque sólo sea un poco. En parte le daba la razón, pero aún así, lo odiaba.
Me agarré el estómago al subir las escaleras para ir al parque de descanso al notarlo rugir. Estaba en ayunas.
Nos reunimos con el resto del grupo y fingí escuchar a la profesora. Ellen siempre era mi pareja y acababa enterándome qué teníamos que hacer, realizando la misma actividad.
Para ser diciembre, hacía mucho sol. No hacía calor, pero suponía que al hacer ejercicio tendría calor, por lo que me quité la sudadera.
Me crucé de brazos y sentí la mirada de Ellen clavada en mi muñeca. La envolví con la mano, protegiéndola de su puntiaguda mirada.
-¿Qué? -le pregunté susurrando.
Ella me miraba sonriendo, tratando de oprimir una risa.
-¿Llevas la pulsera de Harry? -dijo prácticamente entre risas, susurrando y procurando que sólo yo lo escuchara.
Aparté la mano y descubrí una pulsera negra decorando mi muñeca. Fruncí el ceño y rebusqué entre mis recuerdos para buscar el momento en el que me la puse. No lo recordaba, y me extrañé muchísimo. Ni siquiera me había dado cuenta. La cubrí de nuevo, intentando que nadie se diera demasiada cuenta.
-Hm.. por lo visto -le sonreí.
Puso los ojos en blanco, pero sin dejar de ocultar la pequeña sonrisa juguetona. Me agarró del brazo y tiró de mí.
-Anda. Vamos.
Ambas comenzamos a correr, siguiendo al grupo.
-¿A dónde vamos?
Ellen soltó una carcajada, burlándose de mi ignorancia.
-Vamos a hacer una prueba de orientación por Londres.
-¡¿Por Londres?! -grité tan fuerte que las dos chicas de delante se giraron con brusquedad asustadas, mirándome extrañadas ante mi reacción. Yo las sonreí indiferenciada, por lo que ellas se miraron entre sí raramente y volvieron la vista al frente.
-¿Por Londres? -repetí, esta vez susurrando- ¿Por todo Londres?
Volvió a reír.
-¿Cómo va a ser por todo Londres, tonta? Sólo por el barrio...
Estaba atacada.
-Mierda -murmuré apartando la mirada.
Seguimos corriendo hasta salir del recinto escolar, y conforme íbamos avanzando por las calles, más nerviosa me ponía. Tenía la suerte de que estaba en horario escolar y que la mayoría de las fans estaban en clase. Pero aún así, no estaba tranquila. Y no podía quitarme la pulsera, ni guardarla en ningún lado, ya que no tenía bolsillos, y Ellen tampoco.
El grupo paró en un llano para que la profesora pudiera repartir los mapas y los papeles para apuntar los datos. Me hice un hueco entre las personas para que se me viera lo menos posible.
No sabía por qué los fotógrafos estaban tan obsesionados conmigo, pero lo estaban. Y me ponía realmente nerviosa.
-Poneos en tríos, encontrad las balizas en los mapas y buscadlos por la ciudad. Todo el mundo aquí a las diez menos diez, ¿de acuerdo?
Ellen volvió a tirar de mi brazo.
-Tenemos que encontrar a alguien. Rápido.
Antes de que Ellen pudiera acabar en condiciones la frase, sentí dos manos apretando mis caderas, y cómo juntaba mi cuerpo con el suyo.
Ahora sí que empezarían a sacar fotos como locos, escondidos en sus escondrijos como conejos asustados ante su depredador, sólo que con otras finalidades; vender. Ese era su trabajo. Sacaban la mayoría de las fotos posibles, para poder venderlas a las televisiones, periódicos y revistas, y así poder ganar dinero. Beneficio propio. Lo odiaba.
Estaba preocupadísima.
-¿Has perdido algo, Ethan? -preguntó seca Ellen, y él se apartó de mí.
-No exactamente. Pero he visto que os falta una persona, ¿me equivoco o no? -me sonrió, y yo aparté la mirada, tratando de controlar la situación.
Otra vez ese nudo.
Tenía que contárselo ya.
-¿Estáis todos? -preguntó la maestra, tendiéndome el mapa del recorrido y el folio para apuntar.
Ethan se adelantó y cogió los papeles, asintiendo sonriente. Volviendo a sacar su magnífica faceta de actor.
-Sí, gracias.
La profesora nos señaló a Ethan y a mí.
-Vosotros dos a hacer la prueba. Que no me entere yo que lo ha hecho todo Ellen.
Abrí los ojos como platos, atónita.
No me lo podía creer. Ya se había enterado todo el profesorado.
Ethan, en cambio, rió como un buen actor, tomándoselo con humor. Estaba disfrutando muchísimo, lo veía en su mirada.
-Claro. No se preocupe.
Ella sonrió y se fue para atender al resto de los alumnos.
Ethan suspiró con dramatismo y me pasó un brazo por los hombros.
-Hasta la profesora de educación física sabe que estamos juntos. Esto del twitter es alucinante.
Le di un empujón en el pecho.
Lo sentía en mi nuca. Como pequeños pinchazos que me atacaban cada dos segundos.
Foto. Foto. Foto.
-¡¿Lo has dicho en twitter?! -gritó Ellen por mí.
-Por supuesto.
Le arranqué el mapa de las manos y me centré en la actividad. Estaba furiosa. Puse los ojos en blanco al volver a sentir el pegajoso brazo de Ethan deslizarse por mis hombros. Yo la volví a apartar de un manotazo. Me di la vuelta con brusquedad para enfrentarme a él.
-Mira Ethan. Sinceramente me da igual que seas como una puta lapa con tus estúpidas antiguas novias todo el tiempo, ¿vale? De verdad, haz lo que quieras. Pero no conmigo. Déjame respirar. Haz como si no estuvieramos fingiendo en toda la hora. Evítame, hazme ese favor, ¿de acuerdo? Como amigos. Sólo esta hora -procuré no gritar, pero me estaba costando un gran trabajo.
Él levantó las manos con inocencia. Ni siquiera parecía enfadado.
-Está bien. Está bien.
Ellen me levantó el dedo pulgar con una gran sonrisa.
-Pues venga -miré el mapa y traté de situarme en él.
La primera señal que debíamos encontrar estaba en la otra parte del barrio. Genial. Tendríamos que correr si queríamos llegar a tiempo.

~

Ellen corría a mi lado, mientras Ethan corría pocos pasos por delante de nosotros, tratando de quedarse al margen. Me había arrebatado el mapa hacía unos minutos y sólo habíamos encontrado tres de diez balizas. Hacía mucho sol y las tripas se quejaban como nunca habían hecho. Estaba mareándome muchísimo.
Ethan paró en mitad de una calle medio desierta, en la que sólo andábamos nosotros tres y todas las tiendas y casas estaban prácticamente cerradas. Yo aproveché la pausa para apoyarme en una de las puntiagudas paredes y así evitar desplomarme en el suelo. Me encontraba fatal.
Ethan dio unos pasos hacia una de las casas abandonadas y se agachó en el suelo. Yo le miraba mientra Ellen fingía no prestar atención.
Visualizaba twitter ante mis ojos. Llena de fotos mías agarrada con Ethan, corriendo hacia aquí, con la pulsera de Harry colgando de mi muñeca. Y de fotos de mí mareada contra una pared. Qué bonito.
Ethan hizo un gesto para que me acercara.
Cuando me separé de la pared, la vista se me nubló por completo. No vi nada por unos segundos escasos y me sentí totalmente desorientada. Sentí cómo la cabeza me podía estallar en cualquier momento.
-Wow, Jane, ¿estás bien? -Ellen se acercó a mí y me sujetó el brazo, para evitar que me cayese.
Sacudí la cabeza y enseguida me sentí estable de nuevo.
-Sí, sí. Sólo me he mareado un poco.
Me acerqué a Ethan, que me miraba preocupado.
-¿Segura que estás bien?
-Que sí. ¿Qué querías?
Miró arriba.
-La baliza está ahí arriba, y necesito tu ayuda para cogerla. ¿Puedes?
-Sí, sí. Claro que puedo. -me puse una mano en la frente y la otra en el vientre, resoplando.
Casi podía sentirlo palplitar, aunque no le di demasiada importancia.
Ethan entrelazó sus manos y yo apoyé el pie en ellas. Levantó los brazos.
Pero subió con demasiada rapidez.
Un enorme foco blanco atravesó mis parpados al parpadear varias veces, a la vez que un dolor muy agudo en la cabeza. Y el mismo dolor intenso que experimenté días atrás volvió a cruzar mi vientre, por lo que me doblé en dos.
Después, negro.


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