Capítulo 7

Nota: ¡heeey! Un pequeño comentario; he visto que muchas os estáis liando con lo de antes y después: 
-antes: finales de 2010 
-después: verano 2013 
He creado un HT para que me pongais los coments ahí :)) #SameMistakesDreamer. Twittear pls :) 
¡gracias!
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Antes.
-¡Jane!
Me sobresalté de Harry y me separé de él rápidamente, dándome la vuelta y dirigirme a la voz que me ha interrumpida. Me sentí enfadada.
-¡¿Qué?! -respondí con brusquedad cortante.
Ellen me miraba con la boca entreabierta desde el pie de la escalera, todavía sujeta a la barandilla de ésta. No parecía hacerle demasiada gracia la escena que se había encontrado.
Sin añadir más palabra, se acercó a mí con pasos fuertes y estables, y me agarró del brazo con fuerza exagerada. Tiró de mí.
-Te la robo un segundito, eh -le dice a Harry, que puso los ojos en blanco y asiente como si no le importara.
Yo resoplé al respecto.
Tiró de mi brazo y prácticamente me arrastró hasta la cocina, donde me soltó con brusquedad, también exagerada, y me obligó a girarme para que quedara en frente suya. Se cruzó de brazos y me miró con una ceja encarnada y con los labios en un mohín.
-¿Se puede saber qué haces? -susurró con fuerza.
-¿Que qué hago de qué?
-Eres tonta. ¿Le estabas besando?
Me ruboricé levemente y bajé la cabeza para que ella no lo notada demasiado. Respondí encogiéndome de hombros.
-En realidad fue él quien...
-¡Me da lo mismo! Quiero una explicación. ¿Qué ha pasado?
Descubro que su compostura dura y tajante de antes estaba desapareciendo, y que se metamorfoseaba en una niña pequeña entusiasmada con cualquier cosa nueva que se había comprado. Me estaba asustando, ya que Ellen no se solía enfadar por esas cosas, pero me llevé un gran alivio cuando me di cuenta de que sólo era una tapadera.
-No lo sé -le sinceré.
Y era la verdad. No sabía qué acababa de pasar allí. Se había presentado sin avisar, completamente tranquilizado y yo estaba segura de que él seguía enfadado conmigo. Es más, podría haber apostado algo. Se había pasado tres semanas sin hablarme, sin llamarme, sin mandarme mensajes y yo estaba tan preocupada por que él nunca me perdonaría por un maldito mal entendido. Pero se presentó igualmente, como si nada hubiera pasado.
Ellen bajó la mirada y se tocó el brazo, sin querer mirarme a los ojos.
-Tengo que confesarte una cosa, Jane -levantó la mirada y sus ojos me miran centellando. No espera a que conteste para seguir:-. Esta tarde no he ido a comprar. Fui a su firma. Yo fui la que pegó a Harry, y después hablé con él.
Mis ojos se abrieron en sorpresa.
-Entonces...
-Sí. Le conté lo de Lena, y bueno... yo rompí a llorar y él me prometió que vendría a verte. ¡Pero no hoy! No sé cómo lo ha hecho. ¿Me... me perdonas?
Esbocé una de mis mejores sonrisas y me acerqué a ella para darle uno de mis mejores abrazos. Ella parece que se sobresaltó, ya suelta un pequeño grito de sorpresa y más tarde me pasa la mano por el cuello.
-¿Perdonarte? Tengo que darte las gracias.
Ella me da un pequeño empujón en el hombro para separarme de ella y me miró extrañada.
-¿Las gracias? ¿Por qué?
-Por ser la mejor amiga que podría haber deseado.

{Narra Jess}
Hacía rato que Ellen había salido de la habitación para ver qué estaban haciendo Harry y Jane. Según ella para “ver si es necesario separarles antes de que uno mate al otro”. A mí su teoría me pareció absurda. Dudaba mucho que Harry se haya presentado sólo para discutir con Jane. Me parecía incoherente se mirara por donde se mirara.
Así que estaba completamente sola en la habitación, sentada en la cama sin saber muy bien qué hacer para matar el tiempo. Había empezado a leer algún libro que no entraba en la estantería de la habitación de Jane, por lo que estaban en la habitación de invitados. Eran pocos, unos siete u ocho. Ojeé algunos muy por encima y maldije cuando no había ninguno que me llamara especialmente la atención.
Miré mi reloj. Quedaba hora y media para mi “cita” con Zayn. Yo no lo llamaba cita, pero Ellen se empeñaba por llamarlo de esa manera. No me molestaba en absoluto, pero prefería evitar llamarlo así.
Ellen, aparte de rallarme la cabeza con eso, me echó la bronca justo después de entrar en la habitación. Me había dicho que por qué había sacado el tema.
Sí. Vale. Tenía razón. No tuve que sacar el tema, y después de sacarlo me sentí horriblemente mal con ella. Hasta tuve en mente varias veces de acercarme hasta su habitación para disculparme. Pero había algo que me retenía para hacerlo y no sabía qué era.
Y luego me relajé considerablemente cuando Ellen me dijo que había venido Harry a hablar con ella. Me alivié casi al instante. Conocía a Harry tan bien como para saber que él no se presentaba en casa de alguien con el que supuestamente está enfadado para discutir.
Si va, es para arreglarlo. O por lo menos, para intentar hacerlo.
Ellen también me confesó que había sido ella la chica que le había pegado en público. Y entonces todas las piezas parecían empezar a encajar. Posiblemente, si Ellen no hubiera ido a ver a Harry en la firma, él no se habría presentado en su casa.
Al final, me cansé de dar vueltas por la habitación, por lo que salí de ella y bajé las escaleras despacio, sin querer hacer demasiado ruido.
Cuando llegué abajo, me encontré con una escena bastante familiar en los viejos tiempos: Jane dormida en el hombro de Harry, que le acariciaba el pelo despacio para no despertarla. Cuando me vio, me sonrió y saludó como si nada hubiera pasado.
Yo, aparentando no saber de nada, le miré extrañada, con el ceño fruncido pero con una bonita sonrisa luciendo en mi rostro. Me alegraba muchísimo por ellos.
Le pregunté en susurros dónde estaba Ellen y él me señaló la cocina. Le agradecí y me acerqué al sitio indicado por él.
Cuando llegué, vi a Ellen mirando por la ventana, con una galleta en la mano.
-¿Ya estás comiendo, gorda? -puse los brazos en jarras.
Ella giró la cabeza en mi dirección al escuchar mi voz.
-¡Oye! No me llames gorda, eh.
-¿Los has visto? -pregunté bajando la voz y señalando con el pulgar el salón.
Ella asintió con la cabeza con energía, con una gran sonrisa presente, tragando el último cacho de galleta que le sobraba.
-¡Son super monos, tía!
-¡Sh! Que te van a escuchar, y Jane está dormida.
-Normal. No duerme con decencia desde hace tres semanas. Se merece descansar un poco...
Estábamos las dos, en la cocina, fangirleando como si fueran una pareja de Hollywood o algo parecido. Yo estaba feliz por ella, y suponía que Ellen coincidía conmigo.

~

-No te entiendo. ¡Haz el favor de explicarte bien!
El chico suspiró exasperado con sarcasmo, aún con su sonrisa torcida bien presente en su rostro.
-Tu sólo tápate los ojos.
-Pero, ¿por qué?
-¡Tu hazlo!
Con un resoplido y un suspiro seguidamente, coloqué las manos delante de mis ojos sin siquiera estar molesta, pero hacía como que lo estaba para asustarle un poco.
Colocó una mano en mi espalda y con la otra me agarró la mano libre. Me guió pasos hacia delante y yo iba totalmente ciega. No veía más que negro y la verdad es que algo me asustaba. No era cuestión de confianza, era más cuestión de supervivencia.
Seguimos avanzando mientras él me daba alguna instrucción respecto al camino en el que andábamos. Bajo la gruesa suela de mis converse rojas notaba suelo liso y duro, por lo que sospeché que seguíamos en la calle y que no me llevaba a ningún descampado o algo así.
Llevábamos en la calle como unas tres horas, y yo no me cansaba de hablar y de hablar sobre cualquier cosa que a ambos se nos ocurría. Zayn realmente tenía una muy buena conversación. Mientras tanto ya era de noche y empezaba a hacer frío en la calle, pero no lo notaba demasiado a causa de lo bien que me lo estaba pasando. Si Ellen hubiera estado aquí hubiera sabido que no se trataba de una cita, si no de dos amigos que quedaban para pasar la tarde juntos. En toda la tarde había tenido cuidado de no mostrarse demasiado cariñoso a mi lado, y a mí no me importaba demasiado. Ninguno de los dos había hablado nunca de una relación seria.
-Cuidado, escalón -dijo, demasiado tarde, ya que yo ya casi estaba en el suelo.
-Ya, gracias -respondí irónica.
Qué gracioso.
-De nada.
Si hubiera tenido los ojos abiertos, le hubiera pegado. Pero como no era el caso, se tuvo que conformar con un resoplido.
-Vale. Ahora te pido que tengas cuidado.
-¿Cómo quieres que tenga cuidado cuando tengo los ojos cerrados?
-Shh.. Cállate. -Dejé de notar su mano contra la mía y su mano en mi espalda, y me inquieté unos segundos- Vale. Ahora da un paso bien grande. Exagera si quieres, pero bien grande -vuelvo a sentir su mano sujetando la mía.
Le hice caso y algo alterada, dí un paso largo, como él me indica y él vuelve a sujetarme para evitar caerme hacia atrás. Escuché unas voces detrás mías, y al instante, quedan amortiguadas después de un ruido sordo, como si nos hubieran encerrado en algún sitio.
Me hizo sentarme en un banco liso. Como de plástico.
-Ahora espera un segundo.
Asiento sin rechistar.
-Vale. Ya puedes abrirlos.
Intrigada y llena de ganas, abrí los ojos y ante mí vi Londres entero. Bueno. Bajo de mí. Me levanté de un salto y me acerqué la ventanilla. Nos encontrábamos en una de las cabinas del London Eye y desde nuestra posición, no demasiada alta, pero sí lo suficiente como para ver gran parte de la ciudad.
Exclamé un grito de alegría.
-¿Cómo has hecho para no hacer siete horas de cola? -dije, exagerando un poco.
-¿Bromeas? Soy Zayn Malik, esto es una gran fuente de publicidad para ellos ahora mismo, créeme.
Reí bajo. Se me olvidó ese pequeño detalle de que él entonces era famoso. Me di cuenta de que la fama no había acto de presencia en su forma de ser. Me agradaba la sensación.
Dí un pequeño saltito de sobresalto cuando me doy cuenta de que él quería entrelazar sus dedos con los míos. Yo tuerzo la mirada y le miré sonriendo.
-¿Por qué me has traído aquí, Zayn?
-Bueno. Aquí no tengo una cámara en cada esquina en la que voy, y puedo hacer cosas que en público no puedo si no quiero que me maten.
Fruncí el ceño, no siguiendo muy bien su tema de conversación.
-Cosas, ¿como cuáles?
-Cosas como besar tus mejillas, acariciarte el pelo, cogerte de la mano. Esas cosas. No sólo me odiarían a mí, si no que tú también sufrirías las consecuencias.
-Me da igual -susurré. Casi deseé que él no lo hubiera escuchado, pero sonrió al hacerlo.
-¿Te da igual? -sonrió de acuerdo conmigo, rodeando mi cuello con su brazo y atrayéndome hacia sí.
Con una risa baja, me acerqué a él y le abracé como él a mí.
-Jess, ¿puedo hacerte una pregunta?
-Es la pregunta más estúpida que se ha creado. Claro que puedes.
Noté cómo su pecho subía y bajaba a causa de la carcajada que suelta.
-¿Cómo ves esta... relación?
Si estuviera comiendo o bebiendo algo, seguramente me hubiera atragantado con la pregunta. No me la esperaba en absoluto nada de aquello, ni charlas sobre lo “nuestro”, si es que lo había. No había pensado en aquella pregunta, y estuve varios segundos en silencio tratando de encontrar una respuesta adecuada.
-Erm... No entiendo la pregunta.
-Que si la ves como algo serio o como algo... no serio.
-Estoy muy a gusto contigo, Zayn. Pero no sé cómo responder a eso... ¿por qué lo preguntas?
Noté cómo tragaba saliva antes de responder.
-Porque yo estoy dispuesto hacer la relación oficial para las fans.

Capítulo 6

Ahora. 
{Narra Jane}
Pongo la copa de cristal sobre la barra. 
-Aquí tienes -digo con la mejor sonrisa que tengo en el rostro, mirando al hombro que me mira de arriba a abajo antes de coger la bebida que le acabo de preparar. 
-Gracias, preciosa -me responde, sin quitar ojo de mi pronunciado escote. 
Yo vuelvo a sonreír. 
El bar esta noche está especialmente lleno. Mejor para mí, y para el negocio, está claro. Cuanta más gente, más propina para mi persona, y un jefe contento. 
Miro mi reloj y veo que sólo queda una hora para que pueda ir a mi casa para pasar la noche entre palomitas y una buena película para ver.
En la barra me acompañan tres personas más, dos chicas y un chico con los que no tengo apenas relación a parte de laboral. Nunca he parado a hablar con ninguno de ellos y tampoco tengo mucho interés en hacerlo. Dudo que ellos sí. 
Mucha gente al entrar en el local me preguntan a ver si aquí entran famosos muy a menudo. Yo siempre les respondo lo mismo: “menos mal que no”. Ellos me miran ceñudos, pero yo me limito a ceñirme a mi respuesta. De vez en cuando algún que otro guionista o actor poco conocido entra al local y farda de su nombre, como si fuera el hombre más importante de Inglaterra. A veces les conocía y trataba de hacerlos felices con cualquier comentario inventado como: “Eh, me encantó tu última película”, o lo que sea sólo para tratar de conseguir propina. Más veces que menos, lo conseguía y me sentía especialmente satisfecha. 
Aunque nunca he entendido la necesidad de saber por qué necesitaban esa información. Normalmente para pedir una foto, autógrafo o lo que sea del “famoso” para poder colgarla en sus redes sociales para ser nombrada la nueva “suertuda” de entre su círculo de amigos. Pero sigo sin entender esa reacción. 
Más de una vez he tenido que necesitar la ayuda de alguna de mis compañeras para deshacerme de un cliente pesado. El uniforme del trabajo nos obliga a ponernos camisetas negras de tirantes gordos que se ciñen al cuerpo casi demasiado. A las chicas nos hace ponernos pronunciados escotes y recogernos el pelo en una coleta alta para atraer más la atención. Nunca me he gustado a mí misma con el pelo recogido, pero al cabo del tiempo, me he acostumbrado a verme así, y lo mismo me pasó con el escote. Al final te acabas acostumbrado a las continuas miradas y piropos sutiles que se cuelan “sin querer” de la boca del cliente, ya sea joven o entrado en edad. Pero más de una vez una de las chicas entraba en pánico al ver que algún que otro señor molesto le está obstaculizando el poder atender a más clientes. Por lo que tiene que ir el único hombre de la barra a ayudar a deshacerse de él sin hacerle demasiado daño y poder asegurarnos su retorno. A mí me ha pasado más de una vez. 
Me gusta el trabajo que hago para ganar dinero. Es fácil, cómodo y me pilla medianamente cerca de la boca del metro que yo cojo para ir hasta mi casa. Y me pagan mejor de lo que yo me hubiera imaginado, que me ayuda a cubrir gastos y para darme algún que otro capricho. 
Me sobresalto cuando me doy cuenta de que una chica pelirroja y menuda me habla desde el otro lado de la barra. Yo me acerco a ella con la mejor sonrisa fraternal que soy capaz de esbozar. 
-Dime cielo -digo captando su atención de nuevo. 
-Erm, dame dos vozkas negros con limón y una piña colada, por favor -me responde, y me sonríe angelicalmente. 
Recorro el bar con la mirada y encuentro su grupo de amigas, que parecen muy concentradas en mi respuesta. 
-Claro. ¿Puedo ver tu carnet de identidad?
La chica baja la vista y se aparta un mechón de pelo rojo tras la oreja. Hecha un manojo de nervios, rebusca en su bolso y saca la cartera de él. Con vacilación me tiende la tarjeta y ya no me sonríe. 
Miro y busco el sitio en donde indica la edad de la chica: 16. 
Tuerzo el labio y miro la puerta que da al interior de la zona privada, buscando al jefe con la mirada. Luego vuelvo a mirar el carnet. 
Se lo tiendo rápidamente y me pongo a ello tan rápido como puedo. Cojo tres vasos de plástico de un litro y subo la mano para coger la botella de cristal. La chica me indica cuánto quiere que le eche y luego le añado el resto. Coloco los tres recipientes encima de la barra. La chica sonríe de oreja a oreja. 
-Son 15 libras. Por favor, no corras la voz -susurro bajo para que sólo ella pueda escucharme. 
Saca el dinero de su cartera también y me lo agradece como unas cinco veces seguidas, cogiendo los vasos difícilmente. 
No estoy muy orgullosa de mis actos anteriores, pero por una vez no sucederá nada. Beber no es lo mismo a emborracharse. La primera vez que yo bebí fue gracias a Ellen, que consiguió ya que ella era mayor de edad y se le permitía beber. Pero antes de que ella se acercara, fui yo a ver si me vendían a mí, y me atendió la mujer más fría y seca que hube conocido. Fue una experiencia horrible y no quería que la gente de esa edad lo pasara mal. Simplemente no vendería más a ese grupo de amigas y listo. 
La noche pasa deprisa desde entonces. Cada vez que miro el reloj ya ha pasado un cuarto de hora, por lo que sólo me quedan diez minutos para irme a casa. La música que están poniendo me agrada de una forma sorprendente. Puede que haya cambiado en una mayoría de mí misma, pero los gustos de música seguían siguiendo los mismos. Nunca me había gustado la música que se bailaba en las discotecas, pero esta es realmente buena y bailable al mismo tiempo. No me iré de aquí antes de saber qué música está poniendo el DJ de esta noche. Cada viernes viene un DJ diferente y ya sé que éste puede venir más a menudo. 
-¿Jane? -escucho desde el otro lado de la barra mientras atiendo a una mujer de unos treinta años con su grupo de amigos. 
Les tiendo las bebidas que me piden y giro la cabeza para ver quién es el que ha llamado mi nombre. Tal vez es sólo una chica del local que necesita mi ayuda, pero veo que las dos están demasiado ocupadas con otros asuntos. Además de que la voz sonaba masculina. 
Recorro la barra y al final me tropiezo con una mirada verde sonriente, que me mira contento de verme. 
-¡Jane! No me esperaba encontrate en un local como estos. 
Mi sorpresa no podía ser mayor. La sonrisa que surge en mi rostro es tan amplia que con mirarle desde aquí arriba no me parece suficiente, por lo que abro la pequeña portezuela que separa la zona privada con la pública y me fundo con él en un cálido abrazo. 
-¡Ethan! Oh, madre mía. ¿Hace cuánto que no nos vemos?
Estoy realmente contenta de volver a verle una vez más, aunque la última vez que le vi no me traían demasiados buenos recuerdos. 
-Dos años seguro. Te fuiste a la universidad y no dejaste rastro alguno. Me alegro tantísimo de verte. 
-Yo también Ethan, en serio. -Bajo la mirada a mi reloj- ¿Estás solo? 
Vacila unos instantes antes de contestarme. 
-Sí, bueno. Me apetecía conocer un poco más Londres, ¿sabes? He venido sólo, sí. 
Su sonrisa sigue siendo exactamente la misma. Sus ojos siguen siendo verdes y grandes y la piel sigue siendo más oscura que todos los ingleses que conozco. Su pelo sigue siendo del mismo color, pero su peinado es mucho más atractivo de lo que era antes. Antes estaba como más controlado, pero ahora parece que no se lo ha peinado nunca, lo que me resultaba extremadamente atractivo. 
-Salgo en cinco minutos, si quieres podemos ir a dar una vuelta y adelantar sucesos, ¿qué te parece?
La sonrisa que esboza parece de alivio. 
-Claro, me encantaría. 
Sonrío yo también y vuelvo a meterme dentro de la barra para quitarme el corto delantal negro que sólo sirve para guardar el abrebotellas y un bolígrafo con un bloc para apuntar cosas. 
Entro dentro del baño y me quito la escotada camiseta negra para enfundarme en una camisa amarilla fosforita también de tirantes y transparente por detrás. Me siento algo mejor cuando me suelto la coleta alta que me tira de la piel y me lo coloco en su sitio para tener una imagen aceptable. 
Antes de marcharme, le pido a una de mis compañeras que me apunte el nombre del DJ que toca esta noche, y ella asiente con una sonrisa en el rostro, como pareciendo entusiasmada. 
Busco a Ethan entre la multitud y cuando lo encuentro ambos salimos del local. 
No me doy cuenta de que dentro del local hace mucho calor hasta que salgo a la calle, donde el fresco de la noche me relaja al instante. Me hace dar la sensación de que respiro aire limpio de nuevo. 
-¿Qué te parece si te enseño mi nuevo piso? Seguro que te encanta -propongo-. Pero está un poco lejos...
Ethan deja escapar una pequeña risa y antes de que me diera cuenta, él ya ha entrelazado sus dedos con los míos. No me revuelvo, ni rechisto. 
Entonces recuerdo la imagen de Zoey. Ella estará en casa, y seguro que a él no le hace demasiada gracia. 
Gimo decepcionada. 
-Vaya. Mi compañera de piso estará ahí...
Noto cómo se remueve incómodo. 
-Bueno. Mi piso está aquí cerca, a pocas manzanas de aquí. Nos costará un cuarto de hora llegar. 
-¿Tienes un piso en el centro? Ah, claro. Se me olvidaba de que vienes de una familia rica -digo eso y espero que él lo tome como una afirmación. 
Ambos comenzamos a caminar, aún con las manos unidas y me dejo llevar por sus pasos, ya que no sé dónde se encuentra su apartamento. 
Él disiente con la cabeza como si estuviera en desacuerdo con lo que le acabo de decir. Yo me río ante su gesto, ya que siempre que le decía eso se sentía ofendido, o por lo menos, molesto. Y yo lo sé demasiado bien y me da placer hacerle rabiar con ese tipo de cosas. 
-No estoy en una familia rica. Acomodada es la palabra. 
-Ya, claro. Yo también tengo una familia acomodada, y no tengo un piso en el centro. No sabía que te gustara el centro. 
El barrio en el que anteriormente vivíamos estaba bastante apartado del centro y siempre pensé que él seguiría viviendo en el mismo lugar. Yo, en cambio, quería irme cuanto antes posible. 
A mí me hubiera gustado vivir en el centro también, pero nos pillaba demasiado lejos de nuestra universidad y los precios estaban por las nubes, por lo que nos tuvimos que conformarnos con lo que tenemos. Y no vivo infeliz. Es más, me gusta mucho más la periferia que el centro. 
-No me disgusta. Ya sabes. Está cerca de todo lo que necesito. Por la noche ya no me gusta tanto ya que el ruido es atronador. Pero por el resto está genial. 
Yo asiento, sin saber qué más añadir. 
Sin darme cuenta, algunas imágenes del pasado se cuelan en mi mente, pero las aparto rápidamente antes de echarles un vistazo. 
El pasado es el pasado.
El resto del pequeño paseo lo pasamos entre otro tipo de conversaciones también llenas de recuerdos de cuando éramos más jóvenes. Y los dos tratamos de evitar las razones de por qué dejamos de hablarnos el uno al otro. No es algo de lo que me guste hablar especialmente, y puedo imaginar que a él tampoco le hace demasiada gracia. 
Pasamos el rato tratando de averiguar cosas el uno del otro para conocer a la persona que teníamos delante, e intentando dejar atrás los dos niños infantiles que ambos éramos en el pasado. Y me gusta mucho más el Ethan de ahora, que el de antes. 
Ethan en estos momentos me demuestra que ha madurado, que no todo lo que hizo en el pasado le hace sentirse orgulloso o a gusto consigo mismo. El Ethan que tengo delante no es el chico que conocí en el instituto hacía tres años. Ahora él trabaja como trabajo temporal en una editorial ordenando los libros, o alguna cosa de esas. Como siempre dijo que haría, estudia arquitectura y está entrado a todas horas en los estudios. 
El nuevo Ethan me fascina. Siempre dijo que iba a estudiar arquitectura, pero yo jamás pensé que lo decía en serio. No me entraba la imagen de Ethan pasándose las tardes estudiando para tratar de alcanzar la nota media en cualquier examen. Pero ahora veo que hace lo que propone, y eso me agrada a un nivel alto. 
Llegamos a su apartamento y, al observar la fachada del bloque, puedo deducir que no es de los más baratos de Londres, precisamente. Tiene pinta de ser un bloque para importantes hombres de negocios con bastante dinero saliendo de sus bolsillos. 
Entramos al vestíbulo y subimos en ascensor hasta el piso veinte. 
Sus padres son más ricos de lo que yo pensaba. 
Cuando abre la puerta de madera negra de su piso, me encuentro con algo excesivamente elegante y moderno. 
El salón se extiende en un gran espacio abierto, cubierto de una moqueta blanca y suave bajo la presión de los pies descalzos. El salón se separa de la cocina únicamente por una barra de granito negro, en donde tres taburetes de metal color plata acompañan a ésta. El salón está decorado con gusto, con muebles de colores negro, gris y blanco. Ventanales grandes y pulcros atraviesa el salón entero hasta llegar hasta la cocina, en donde cesa por el comienzo de los armarios, negros también, de ésta. 
No puedo evitar mirar el espacio maravillada. 
-Definitivamente, tus padres son más ricos de lo que yo pensaba.
-La escritura y el piso lo pagaron ellos, pero el alquiler lo pago yo. Ven, te enseñaré algo -dice, después de que yo deje mi bolso en la entrada, también los sandalias. 
Me agarra con suavidad el brazo y me lleva a las ventanas del salón. Una de ellas parece ser una puerta de cristal corredera, que da a un pequeño balcón. 
Cierra la puerta tras él y se coloca a mi lado. 
Contemplo, una vez más, con la boca abierta las vistas que el balcón ofrecía. Todo Londres se ve desde aquel pequeño balcón. Todas las luces de los coches y de los edificios brillan como pequeñas luciérnagas en la noche desde aquí arriba. Se ve el río Támesis, y también los puentes que lo cruzan de un lado a otro. Es precioso. Me pregunto cómo serán las vistas de día. 
-¿Te gusta? -pregunta él con voz acaramelada. 
-Wow. Es precioso, en serio. Seguro que aquí traes a todos tus ligues. Les enseñas el piso, luego el balcón. Y luego miras el cielo, le enseñas cualquier estrella al azar y le dices: “¿Ves esa estrella?, pues ahora es tuya”. 
El me mira ceñudo y sonriendo al mismo tiempo como si no entendiera muy bien lo qué le quería decir con eso. 
Yo me encojo de hombros como respuesta. 
-A mí me lo han hecho. 
Él parece que prefiere no hablar sobre aquello. 
-Vamos, que todavía no te he enseñado todo el piso. 
-¿Hay más? -pregunto mientras él vuelve a coger mi mano y me arrastra dentro del apartamento. 
Atraviesa el salón y encuentro que al lado de la cocina hay unas pequeñas y blancas escaleras de caracol que suben a un segundo piso. Paso de hacer más preguntas y le sigo hasta arriba con el corazón martilleándome en el pecho. Sé muy bien qué es lo que me va a enseñar. 
Me enseña el piso de arriba y se ahorra el dormitorio para lo último. 
Me introduce dentro de él y se apoya en la puerta, dejándola abierta. 
-Me gusta mucho tu piso. Pero es como muy... soso. Pon algo de color o.. un cuadro a color. 
-Tranquila. Por el día es muchísimo más colorido. 
No es propio de mi hablar sobre decoraciones, y no entiendo muy bien qué hago hablando sobre aquello cuando en realidad lo único que no quiero hacer es hablar. 
Le miro desde mi perspectiva y él me devuelve la mirada desde su sitio, donde la puerta sigue abierta. 
Sonrío con una sonrisa torcida y al final me doy cuenta que si yo no empiezo, aquí no va a suceder nada. 
Con el paso de los años he crecido algo más, pero él sigue siendo media cabeza más alto que yo. Como siempre había sido. 
Sé que al volver a casa, Zoey me volverá a echar la bronca, pero no es eso exactamente lo que me preocupa. 
Me acerco a él sin precipitarme demasiado y me coloco a su lado, apoyada en la jamba de la puerta. 
-Ethan. Sabes que yo no busco nada serio ahora mismo, ¿o no? 
Parece que la pregunta le sobresalta. 
Se encoge de hombros mientras una sonrisa burlona se cuela entre sus labios.
-Bueno. Siempre estás ahí para sorprenderme.
Sonrío contenta con su reacción y soy un paso hacia delante para poder besar sus labios. No parece sorprenderle, ya que él acaricia tiernamente mi espalda y me da la posibilidad de poder hundir mis dedos en su pelo. 
Sé lo que voy a hacer, y es la primera vez de la que sé que en la mañana siguiente, no me arrepentiré.